El lema totalitario italiano está siendo adoptado por algunos líderes del autoritarismo tropical. No será a través de la humillación y la represión del adversario como llegaremos a la reconciliación.
A pesar de mi profundo desacuerdo con el proyecto de poder chavista, he tratado de no ceder con facilidad a las comparaciones con el nazismo y el fascismo porque pienso que al hacerlo se banalizan episodios terribles de la historia humana cuyas consecuencias y manifestaciones exceden, con mucho, lo que ha estado ocurriendo en Venezuela. Comparar en el conjunto de sus actuaciones a Chávez o al ungido Maduro con Hitler o Mussolini termina por ser una concesión a trivializar el debate en que uno no debe incurrir para simplificarse la tarea de pensar.
Eso no quiere decir que la manifiesta tendencia autoritaria del régimen venezolano, y un lenguaje y una práctica cada vez más incendiarios y represivos, no estén terminando por abrir peligrosas compuertas a través de las cuales se deslizan conductas cada vez más destructivas e inaceptables. El lenguaje del odio que brota desde el poder está contaminando cada vez más el frágil y volátil territorio político y social de Venezuela. Los recientes y condenables episodios donde la conducta de los órganos de represión llegó hasta la humillación de arrodillar a jóvenes venezolanos y forzarlos a emitir exclamaciones en apoyo a Maduro deben llamarnos a una honda reflexión. No es sólo la creciente frecuencia con que abusos y atropellos de esta naturaleza están ocurriendo -en Barinas, Barquisimeto, Valencia y otras ciudades fueron detenidos cerca de 300 manifestantes que exigían la auditoría de las elecciones al CNE- sino la impunidad, cuando no el abierto aplauso de la alta dirigencia revolucionaria, que acompaña a los mismos. A las detenciones y la represión en la calle se les une la amenaza explícita a los funcionarios públicos en los ministerios y la intervención de sus correos electrónicos, cuentas en las redes sociales y teléfonos. El temor a perder el poder está generando conductas cada vez más reñidas no solamente con cualquier residuo de moral revolucionaria, sino con el respeto a derechos humanos elementales. El lenguaje de Maduro descalificando y maldiciendo a la mitad del país que lo adversa, o la conducta de Cabello en la AN, de asumirse como un capataz de hacienda que decide quién habla y quién calla, no es solamente vergonzosa y obscena, sino que inspira y sirve de modelo para el comportamiento de quienes tienen muchos menos recursos intelectuales que sus jefes y que actúan como fuerza de choque brutalizada, bien desde ciertos grupos dentro de la fuerza pública y los militares, o desde las milicias populares y las bandas armadas de motorizados. La reciente declaración de Izarra, en su cuenta twitter: “A nada le temen más estas hordas fascistas dirigidas por #CaprilesFascista que a los motorizados del pueblo. Habrá que organizar algo mañana”, es claramente indicativa del clima que se pretende imponer al país.
La palabra hendíatris se refiere a una figura retórica en la que se expresa un solo concepto a través de tres nombres coordinados. Es así como la tríada Libertad, Igualdad y Fraternidad, que devino un concepto compacto para referirse a los ideales de la revolución francesa, fue reemplazada por Credere! Obbedire! Combattere!: ¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir! por los fascistas italianos de Mussolini. No puedo resistir a la tentación, plenamente justificada en los hechos, de pensar que el lema del fracasado experimento totalitario italiano está siendo adoptado, me imagino que de manera inconsciente, por algunos líderes del autoritarismo tropical. Al imaginario ejército de devotos y adoctrinados chavistas, esos mismos que se mudan en números crecientes hacia la alternativa democrática, se les exige una conducta completamente irracional de fe, obediencia ciega y actitud combatiente para defender los pretendidos logros de la revolución en contra de las supuestas bandas apátridas y burguesas que representan nada menos y nada más que a la otra mitad del país. Un reciente escrito de José Vicente Rangel en Últimas Noticias, le hace a uno pensar que todavía quedan sectores en el chavismo que entienden la suprema importancia de reorientar el conflicto venezolano hacia un espacio de resolución política.
Este esfuerzo contrasta marcadamente con la conducta de los sectores más agresivos de la oligarquía chavista que propician el enfrentamiento fratricida como daño colateral aceptable para mantenerse a todo evento en el poder. Al margen de lo que pueda revelar la auditoría del proceso electoral, es una verdad expuesta ante los ojos del mundo, que si después de usar todos los recursos del Estado, de intimidar, de cerrar consulados para que la gente no pueda votar, de abusar a diestra y siniestra, Maduro obtiene una victoria mancillada y vergonzosa de 1% de diferencia en el voto popular, la revolución ha fracasado en su intento de captura de Venezuela. Eso no quiere decir que no exista el espacio para la reconciliación, pero no será a través de la humillación y la represión del adversario como llegaremos a eso. A quienes en el chavismo todavía se sienten revolucionarios y gente de bien: Paren esta locura antes de que sea demasiado tarde. Quién actúa como fascista y a quién se pretende llamar fascista es una pregunta esencial para los venezolanos de hoy que todos debemos respondernos.