Norcoreanos viven realidad paralela con DVDs y galletas de contrabando

Norcoreanos viven realidad paralela con DVDs y galletas de contrabando

Foto: EFE

La imagen preponderante de Corea del Norte en las mentes occidentales es la de una sociedad cerrada donde la gente tiene poca noción de lo que pasa más allá de la frontera. En tal caso, ¿cómo se explica entonces que haya en el país teléfonos celulares, DVDs y, lo más extraño de todo, pequeñas golosinas de chocolate surcoreanas? El periodista de la BBC Rupert Wingfield-Hayes cuenta en primera persona sus impresiones sobre esta cuestión. Así lo reseña BBC.

No pasa una semana sin que haya alguna salida de tono del régimen de Corea del Norte.

Esta vez fue el caso del guía turístico estadounidense, Kenneth Bae, que fue condenado a 15 años de trabajos forzados. ¿Y por qué?
El mes pasado nos amenazaba con una guerra nuclear un líder de 30 años con un mal corte de pelo.

No sorprende que los medios occidentales tiendan a caer en estereotipos. “¡Locos, malos y tristes!”. Un “reino ermitaño poblado por masas a quienes se les ha lavado el cerebro”. Yo mismo soy culpable de usar alguno de estos clichés.

Las imágenes que vemos de Pyongyang tienden a reforzar estos lugares comunes. Filas y filas de soldados marchando a través de la plaza Kim Il-sung en perfecta sincronización.

Grupos de mujeres trabajadoras sollozando al ver a su joven líder. Imágenes menos típicas. “¿Es adoración real o miedo?”, nos preguntamos. Las imágenes que llegan de Corea del Norte construyen la idea de un país aislado, paranoico, cuyos habitantes viven en la ignorancia y el miedo en un poderoso estado militarizado.

Pero he aquí algunas otras imágenes que han llegado recientemente desde Corea del Norte – una mujer policía regañando al conductor de un Mini-Cooper en una esquina de Pyongyang. O un empresario, posiblemente chino, manejando por el centro de Pyongyang en su Porsche Cayenne.

La imagen más sorprendente que he visto en los últimos días fue la de una familia norcoreana en un pueblo cerca de la frontera con China viendo un drama televisivo surcoreano en un DVD de contrabando.

El comercio de DVDs de contrabando procedentes de Corea del Sur es enorme. Y sólo puede significar una cosa: que los norcoreanos no están tan aislados como tendemos a pensar.

Cuando estaba en Seúl conocí a un número de desertores norcoreanos. Lo que uno de ellos me dijo, me dejó boquiabierto por la sorpresa. Tiene que ver con los Choco Pies.

¿Qué son los Choco Pies?
Bueno, son unas golosinas de chocolate redondas rellenas de merengue. ¿Y qué tiene esto que ver con Corea del Norte? Hace pocos años, Corea del Sur montó un parque industrial justo al otro lado de la zona desmilitarizada en la ciudad norcoreana de Kaesong.

Las fábricas emplean a trabajadores norcoreanos, o al menos así lo hacían hasta que Pyongyang las cerró el mes pasado. Las empresas surcoreanas tenían prohibido pagar a sus empleados norcoreanos bonos en efectivo. Así que, con el paso del tiempo, empezaron a pagarles con diversos productos alimenticios, incluyendo los Choco Pies.

Pero en lugar de comérselos, los trabajadores llevaban los Choco Pies de vuelta a Pyongyang donde comenzaron a venderlos en el mercado ilegal por tres o cuatro veces su precio original. Los norcoreanos no parecen cansarse de estos pastelillos.

Negocios en China
De vuelta a nuestro desertor. Estábamos hablando en Seúl poco después del cierre de la zona industrial de Kaesong. “Llamé a mi padre para advertirle que iba a haber carencia de Choco Pies y que el precio iba a subir”, me contó. “Le dije que debería ir a China y comprar tantos como pudiera. Que podría hacer negocio”.

Todo esto me dejó profundamente confundido. “Lo siento”, dije. “Acaba de decir que llamó a su padre. ¿Dónde está su padre?”. “En Corea del Norte”, respondió. “¿Y cómo pudo llamarle?”. “A su teléfono celular”, dijo, como si fuera la cosa más normal del mundo. “Un momento, ¿su padre tiene un teléfono celular en Corea del Norte donde puede recibir llamadas internacionales?”. “Por supuesto”, exclamó. “Es un teléfono chino. Vive cerca de la frontera, así que puede conectarse a la red china”.

“¿Y cuán común es esto?”, pregunté. “Muy común. Todos los que viven a lo largo de la frontera los tienen. Los necesitan para hacer negocios con China”. “Pero, ¿no se puede buscar problemas?”, repliqué. “Mire”, explicó, “hay 50.000 norcoreanos cruzando de un lado a otro hacia China para comerciar. Hay otros 100.000 que viven en China haciendo negocios. ¿Qué va a hacer Pyongyang? No podría sobrevivir sin el comercio”.

Esta es una Corea del Norte bien diferente de la que se retrata en las películas propagandísticas de Pyongyang. Es un país en el que la economía sumergida es la economía real, donde los sobornos más que la obediencia se han convertido en la fórmula para sobrevivir.

¿Creen los norcoreanos todavía en el culto a la dinastía Kim? Quizá muchos de ellos todavía lo hagan. Pero decenas de miles de norcoreanos saben cómo es la vida justo al otro lado de la frontera, en China.

Con DVDs y Choco Pies de contrabando, muchos empiezan a tener también una idea de cómo es la vida en el vecino del sur.
La reciente crisis en la península coreana no refleja un régimen norcoreano fuerte y con confianza, sino uno débil y temeroso del mundo exterior y, crecientemente, también de su propia gente.

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