El presidente electo de Venezuela, Nicolás Maduro, hace su primera gira oficial al exterior con una visita programada a tres importantes países del Mercosur: Uruguay, Argentina y Brasil, pero sin escala en Paraguay. Conviene recordar que tan sólo unos meses atrás Venezuela firmó un conjunto de acuerdos de complementación económica con estos tres países para integrarse de forma definitiva al bloque comercial del sur y Maduro asume a finales de junio la Presidencia Pro Témpore del bloque. De ahí que, bien podría interpretarse que la gira de Maduro no es más que una antesala a la asunción de ciertas responsabilidades al interior del bloque.
Tal justificación es secundaria en realidad. Nicolás Maduro ha decidido visitar los países del bloque para salirle al paso a una crítica coyuntura política y económica que amenaza con mermar su ya cuestionada legitimidad interna y externa. Una coyuntura que ciertamente debe mucho a su errático y hasta contradictorio accionar frente a algunos desafíos inevitables y complejos.
Por una parte, Maduro acude a los países aliados del bloque para buscar el apoyo político que no ha encontrado y que le será difícil encontrar en la alianza del Pacífico (compuesta por Chile, Perú, Colombia y México), donde, un conjunto de países con gobiernos de centro, al tiempo que consolidan indiscutibles logros económicos, miran con preocupación las visibles y crecientes grietas que la llamada revolución bolivariana parece estar infringiendo sobre el orden democrático en Venezuela.
Las numerosas irregularidades que rodearon a la competencia electoral en las pasadas elecciones presidenciales, la persecución selectiva contra dirigentes políticos, los intentos de criminalizar la protesta pública y el bochornoso incidente en el seno de la Asamblea Nacional, donde su Presidente unilateralmente decide impedir la participación de los diputados no oficialistas en las sesiones plenarias y los somete, a los que muchos ya señalan, como una planificada paliza, suman elementos suficientes para andar con cautela en ese asunto de los apoyos políticos continentales.
Maduro va entonces al Mercosur a recordar que Venezuela está dispuesta a seguir cooperando en materia energética a cambio de respaldo político, y por el momento Mujica, Kirchner y Rousseff parecen dispuestos a seguirle el juego sin asco y sin contratiempos. Por lo pronto, Maduro ha pasado por Uruguay y firmado una alianza estratégica en el campo energético entre la venezolana PDVSA y la uruguaya Ancap, para garantizar así –y en sus palabras- “el suministro permanente de petróleo y derivados”.
Mujica lo ha despedido con palmaditas en el hombro no sin antes recordarle en privado –según reseña alguna prensa- que es mejor bajar la pelota al piso y no gastar más energía en la confrontación. Seguirá su gira hacia Argentina y Brasil con la misma oferta bajo el brazo y en la espera del respaldo que ayude a contrarrestar la mirada algo más desconfiada de los otros hermanos regionales.
El segundo y no menos importante motivo de la visita de Maduro a los países del bloque es la búsqueda de alimentos. Por sorprendente que parezca, uno de los problemas que está confrontando el gobierno de Maduro y el modelo económico venezolano es la escasez, en especial la escasez de bienes de consumo durables. El índice de escasez que calcula el Banco Central de Venezuela indica que el cierre de marzo en casi 20 de cada 100 establecimientos comerciales los consumidores no encontraban los artículos de la cesta de consumo.
La situación en alimentos es aún más aguda. En 86 de cada 100 establecimientos faltaba la harina de trigo, en 75,3 el aceite de maíz, en 73,7 el azúcar, en 70,6 la leche completa en polvo, en 66,1 la harina de maíz pre-cocida, en 50,9 el café molido, en 34,5 las sardinas enlatadas, en 33,1 el queso blanco y en 18,5 el queso amarillo ¿cómo se explica esta situación? En dos platos, las políticas agroalimentarias han sido un rotundo fracaso y no hay divisas suficientes para sostener las importaciones.
Por eso no más llegando a Montevideo, Maduro aprovechó el trabajo previo de una comisión binacional, para firmar una serie de convenios en materia alimentaria para así facilitar las importaciones de leche y carne provenientes de Uruguay a Venezuela. También fue ratificada la decisión de Uruguay de adherirse al Sistema Único de Compensación Regional (Sucre), que fue creado en el seno del Alba, como mecanismo de pago internacional suplementario al dólar.
Maduro llegó a Buenos Aires y en unas horas ya había firmado 10 convenios económicos. Entre ellos destaca un convenio de asociación energética entre PDVSA y Pampaco S.A. y un acuerdo entre el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Argentina y el Ministerio para la Agricultura y Tierras de Venezuela, para instalar en Venezuela plantas faenadoras, elaboradoras, frigoríficos y almacenadoras para la importación de productos y subproductos de origen animal desde Argentina hacia tierras venezolanas.
Maduro llega a Brasil desde donde ratificará la necesidad que tiene Venezuela de incrementar las importaciones de alimentos. Vale destacar que Venezuela viene trayendo desde Brasil importaciones de alimentos por un monto cercano a los 2 mil millones de dólares anuales. Tan sólo en carne de pollo congelada Venezuela viene importando cerca de 130 mil toneladas anuales.
Esta ha sido la tónica de la relación comercial entre Venezuela y Mercosur. Venezuela ofrece petróleo en condiciones preferenciales a la espera de comida. En los últimos 5 años Venezuela ha importado desde Mercosur cerca de 28.000 millones de dólares en mercancías, de los cuales cerca de 12 mil millones corresponden a alimentos. En contraste, Venezuela sólo ha colocado 1.000 millones en productos no petroleros en el bloque. A los amigos del sur, les será más fácil entender en estos términos: que por el momento, en el terreno comercial, el juego está 28 a 1.