Las calles bogotanas se han convertido en un gran museo de arte urbano que, mediante el grafiti y otras técnicas, llama a la reflexión sobre la situación política y social de Colombia, iniciativa que ya es un reclamo turístico reconocido.
El colectivo Bogotá Street Art, el gran exponente de esta movida cultural e influido por la escuela europea heredera de mayo del 68 y del movimiento contracultural estadounidense surgido en la última década, reivindica así la “democratización del arte”.
Andrés y Cheché se presentan bajo la firma “Toxicómano” y, como integrantes del colectivo, aseguran que esta forma de expresión es “un acto político”.
“Entendemos que una pared no va a cambiar el mundo ni la mentalidad de la gente, pero poco a poco ver otra información en la calle hace que la gente se pregunte sobre el mundo en el que vive”, declaró Andrés en una entrevista con Efe.
Bajo lemas como “No pongas la otra mejilla”, “Los feos somos más” o “Registra en tu memoria”, “Toxicómano” invita a los transeúntes a cuestionar problemáticas sociales como el maltrato a la mujer, los estereotipos estéticos, la desigualdad social o la corrupción política.
Estos artistas ven a Bogotá como un lienzo blanco, en el que, con toques de espray, estampan ideas y mensajes combinados con imágenes llamativas en las que el humor surge como una herramienta para conectar con el espectador y esquivar la censura. Siempre lejos de cualquier galería de arte.
El pintor, fotógrafo y profesor de la Universidad Jorge Tadeo, DjLu, es otro de los integrantes de Bogotá Street Art, al igual que Lesivo y Guache, quienes recientemente publicaron la obra “Calle sus ojos”, una compilación de sus pinturas más destacadas.
En una entrevista con Efe, DjLu explica las particularidades del arte urbano colombiano: gran diversidad de técnicas, como stencil (plantillas), grafiti, tagging, sticker o estilo libre, y fuerte componente político, marcado por las consecuencias de un conflicto armado interno que dura casi medio siglo.
“La obra nace de un ambiente y unas problemáticas locales. Vivimos en un país que exige este tipo de comentarios, pero el hecho de trabajar con una gráfica simbólica hace que esos problemas sean también globales”, afirma DjLu, autor de pictogramas contra la guerra y retratos de personajes callejeros.
Pero este arte urbano va más allá del dibujo y el mensaje político para alcanzar la esfera literaria a través de la iniciativa “Acción Poética”, nacida en Monterrey a mediados de los noventa del siglo pasado de la mano del poeta mexicano Armando Alanis.
Bajo esa fórmula emergen entre las paredes de Bogotá grandes letras negras sobre fondo blanco con frases célebres de reconocidos escritores y poetas como “Lo más difícil no es el primer beso, sino el último” o “Léeme, quiero estar dentro de ti”.
La diversidad de técnicas y la apuesta por los enormes murales han encontrado amparo en un marco legal aprobado por la Alcaldía de Bogotá el pasado febrero, por el que se reconoce el grafiti como un bien de interés cultural, siempre que cuente con el permiso del propietario del inmueble.
Esa norma excluye los edificios públicos o de interés histórico.
El reconocimiento al arte callejero llevó hace un año y medio a Christian Petersen, un australiano afincado en Bogotá, a organizar un tour turístico que recorre las principales obras recogidas expuestas en el centro histórico de la capital.
“Lo importante es compartir esos rincones de la ciudad, conocer las historias detrás de la obra y enseñar a los turistas a mirar Bogotá de otra forma”, explicó a Efe Petersen, quien detalló que el recorrido se realiza tres veces a la semana y muchos extranjeros que visitan Bogotá ya lo buscan. EFE
Fotos EFE