Por lo que nos dicen las autoridades competentes, Henrique Capriles y su combo de la derecha fascista están saboteando toda la gestión gubernamental. No es nada nuevo, por lo visto llevan 14 años en ello: destruyeron el sistema productivo y nos hicieron dependientes de las exportaciones, miles de empresas cerraron; acabaron con el sistema eléctrico, usando cuanta artimaña se les ocurrió en sus perversas mentes, desde rayos provocados satelitalmente por la CIA, hasta iguanas entrenadas por el general Rivero; propiciaron la delincuencia y torpedearon todas las políticas de seguridad diseñadas desde el gobierno; importaron paramilitares con propósitos magnicidas desde Colombia y El Salvador; generaron corrupción administrativa y escasez de productos de primera necesidad que permanecen acaparados en sus manos, solo esperando que se pudran para propiciar el caos (aunque fueron coherentes en la escasez: faltó la comida y a la vez el papel sanitario, tiene lógica); han destruido nuestra infraestructura vial al punto de hacer casi intransitables nuestras carreteras y autopistas; se las han arreglado estos saboteadores para que toda empresa que caiga en manos del Estado fracase y vaya a la quiebra, gracias a las acciones de casi 8 millones de infiltrados, que se sepa (y la cifra va en aumento). La lista de las atrocidades en contra del país que Capriles y sus secuaces de derecha han venido desarrollando en los últimos años no tiene límite. Lo último: atravesar los rostros de los diputados opositores delante del camino recorrido por los puños inocentes de algunos diputados del PSUV, para generar la corriente de opinión de que éstos son violentos.
En medio de todas estas adversidades de las que el gobierno ha venido siendo víctima, éste ha comenzado a transitar el camino correcto: definitivamente con gente poseedora de tal capacidad destructiva, hay que reunirse. No se puede dejar que Lorenzo termine de acabar con el país, hay que llamarlo al orden. Con las señales vistas en los últimos días, creo que puede decirse que la transición ha comenzado. Dicen que lo mejor es lo que pasa y es verdad. Lo mejor que le ha podido suceder a Capriles es ganar las elecciones y no ser gobierno en este momento. A pesar de ser el principal autor de este desastre, no le correspondía a él administrarlo.
Le tocará cuando todos los saboteadores sean domesticados. Esa tarea ya comenzó y las transiciones nunca las conduce quien viene, sino el que va de salida. Cuenta Javier Cercas en su Anatomía de un instante que el día antes de legalizar al enemigo histórico del franquismo: el Partido Comunista Español, Adolfo Suárez, brillante conductor de la transición a la democracia, se puso en contacto con Santiago Carrillo, líder del partido comunista y excombatiente de la Guerra Civil Española, es decir también enemigo histórico, para decirle más o menos lo siguiente: “tengo listo el decreto de legalización de tu partido, pero necesito que apenas se haga público salgas en televisión insultándome y hablando pestes de mí, diciendo que esta legalización te parece una mamarrachada”. Suárez sabía que esta agresión concertada calmaría a los radicales fascistas de su lado, que estaban buscando la más mínima excusa para defenestrarlo.
Santiago Carrillo y Adolfo Suárez, ambos expresión de la sangrienta rivalidad de las dos españas, supieron ponerse de acuerdo para hacer viable un país democrático, en público, descalificándose mutuamente, en privado conversando y estableciendo las bases de un país de reconciliación.
Tampoco se le puede pedir al gobierno que reconozca que su modelo económico fue un rotundo fracaso. Todo el mundo necesita una puerta trasera por donde salir dignamente. No importa si reconoce el desastre o no, basta con que tenga voluntad política de cambio. Es probable que las señales de esta semana vayan por esta vía.
No sé si es demasiado optimista el planteamiento, pero visto así, todo el proceso destructivo del país que Capriles ha conducido, tiene algún sentido. Parece que en medio de estas inconmensurables ambiciones de poder, el nombre de Venezuela ha comenzado a aparecer en la agenda. Y es que si no salvamos al país, ¿dónde carrizo vamos a pelear?