En medio de todas estas adversidades de las que el gobierno ha venido siendo víctima, éste ha comenzado a transitar el camino correcto: definitivamente con gente poseedora de tal capacidad destructiva, hay que reunirse. No se puede dejar que Lorenzo termine de acabar con el país, hay que llamarlo al orden. Con las señales vistas en los últimos días, creo que puede decirse que la transición ha comenzado. Dicen que lo mejor es lo que pasa y es verdad. Lo mejor que le ha podido suceder a Capriles es ganar las elecciones y no ser gobierno en este momento. A pesar de ser el principal autor de este desastre, no le correspondía a él administrarlo.
Le tocará cuando todos los saboteadores sean domesticados. Esa tarea ya comenzó y las transiciones nunca las conduce quien viene, sino el que va de salida. Cuenta Javier Cercas en su Anatomía de un instante que el día antes de legalizar al enemigo histórico del franquismo: el Partido Comunista Español, Adolfo Suárez, brillante conductor de la transición a la democracia, se puso en contacto con Santiago Carrillo, líder del partido comunista y excombatiente de la Guerra Civil Española, es decir también enemigo histórico, para decirle más o menos lo siguiente: “tengo listo el decreto de legalización de tu partido, pero necesito que apenas se haga público salgas en televisión insultándome y hablando pestes de mí, diciendo que esta legalización te parece una mamarrachada”. Suárez sabía que esta agresión concertada calmaría a los radicales fascistas de su lado, que estaban buscando la más mínima excusa para defenestrarlo.
Santiago Carrillo y Adolfo Suárez, ambos expresión de la sangrienta rivalidad de las dos españas, supieron ponerse de acuerdo para hacer viable un país democrático, en público, descalificándose mutuamente, en privado conversando y estableciendo las bases de un país de reconciliación.
Tampoco se le puede pedir al gobierno que reconozca que su modelo económico fue un rotundo fracaso. Todo el mundo necesita una puerta trasera por donde salir dignamente. No importa si reconoce el desastre o no, basta con que tenga voluntad política de cambio. Es probable que las señales de esta semana vayan por esta vía.
No sé si es demasiado optimista el planteamiento, pero visto así, todo el proceso destructivo del país que Capriles ha conducido, tiene algún sentido. Parece que en medio de estas inconmensurables ambiciones de poder, el nombre de Venezuela ha comenzado a aparecer en la agenda. Y es que si no salvamos al país, ¿dónde carrizo vamos a pelear?