Vamos a intentar discernir sobre las causas del fuego desatado al interior del PSUV usando como herramienta de análisis básicamente el discurso de los personajes y algo de información privilegiada.
Me atrevo a decir que el principal responsable de la lucha intestina en ese partido es el difunto presidente, debido al estilo de jefatura que ejerció y que ha sido heredado por sus delfines. Desde el año 1992 existió la división entre civiles y militares al interior del movimiento conspirativo y el primer ejemplo lo dio precisamente Hugo Chávez la noche del golpe, cuando un grupo de civiles esperaba el convoy militar comandado por éste en la autopista regional del centro y él decidió cambiar la ruta de entrada a Caracas y hacerlo vía Tejerías. De ahí en adelante las contradicciones entre el sector civil y militar siempre han existido y el ex presidente, en su afán de impedir el surgimiento de liderazgos que le pudieran hacer sombra, fingía de equilibrista pero era el promotor de rencillas e intrigas entre los diferentes grupos para que ninguno lograra tener mucha fuerza.
A lo anterior se suma que el ex presidente funcionaba con su verbo y liderazgo como un puente entre el pueblo y el poder y su muerte, así como las alocadas acciones de gobierno, han destruido completamente dicha puente, lo cual trae como consecuencia que el pueblo chavista hoy está enfrentado con el madurismo y a su vez estos con el diosdadismo.
Otra de las razones que pueden explicar las disputas internas y su carácter suma cero es la naturaleza autoritaria y estalinista del PSUV. Nicolás y Cabello saben que los comunistas formados en la escuela sanguinaria de Castro, Stalin, Mao, o Tito no comparten el poder sino que realizan purgas internas para gobernar de manera autocrática. Esta característica antidemocrática hace que las diferencias internas no se resuelvan en asambleas mediante votación popular, sino recurriendo a la tradicional noche de cuchillos largos que implica necesariamente el exterminio político e incluso físico de sus adversarios.
En tiempos del presidente Chávez uno podía imaginarse que internamente había diferencias entre los militantes del PSUV pero el tono y la aversión a la democracia participativa del “comandante supremo” impedían que salieran a la luz estas diferencias, que en situaciones normales en una sociedad democrática son totalmente naturales y sanas al interior de cualquier organización y en especial de un partido político.
Si bien después del fallecimiento del presidente, y en especial en el marco de la campaña, el PSUV y sus principales caras hicieron esfuerzos importantes por mostrarse más unidos que Jesús y los 12 apóstoles, la contundencia de los hechos, y más recientemente la grabación del espía Mario Silva, ha develado que la lucha por el poder entre los principales protagonistas de la película roja tiene de todo menos política. En esa hora de trasmisión privada de la Hojilla al jefe del G2 cubano se destruyó la poca apariencia moral que podía algún incauto atribuir al proyecto liderado por Maduro y ambicionado por Cabello.
De esa grabación se pueden extraer elementos muy graves para el país pero aún más para la situación actual y futura del partido de gobierno. Un ejemplo muy claro de esto fue la referencia a la reunión secreta entre Escarrá y Cabello en la cual buscaban los argumentos jurídicos que validaran un eventual golpe de Estado. Este escenario nos plantea que en el futuro solo hemos de esperar treguas públicas mientras se pueda y arteros ataques de un grupo sobre otro.
En este contexto reaparece con poder e influencia la figura de José Vicente Rangel para tratar de poner orden en el país y en el partido. JVR tiene frente a si la tarea de quitarle los aguijones a los alacranes en conflicto y desactivar la bomba de tiempo de la economía y la ilegitimidad, lo cual estoy seguro no podrá hacer porque en el fondo él es un alacrán igual a los otros y ninguno de los grupos confía en él como para entregarle las decisiones estratégicas o convertir una aparente tregua en paz duradera. Los intereses de Rangel son igualmente de oscuros que los de cualquiera de los enchufados ya que él es de los mayores enchufados en estos 14 años.
En la otra esquina está Maduro, anunciando que armará a 2 millones de civiles para defender a la revolución, declaración que es un reflejo de la poca confianza que le tiene a las fuerzas armadas nacionales y que no es tan tonto como para no darse cuenta que no es el más popular en el seno castrense. Simultáneamente ha intentado moderar su posición frente al sector empresarial, apoyado por el Ministro Merentes quien trata de tender puentes con los distintos sectores productivos y promete dólares a diestra y siniestra. Finalmente, profundiza su labor diplomática para tratar de recuperar algo de la legitimidad perdida.
Y en el medio del cuadrilátero tenemos a un Cabello muy bajo perfil, que ha dado varios pasos atrás en su intento autoritario de anular a la representación legislativa de más de la mitad de los venezolanos, lo cual nos hace inferir que su estrategia es más bien subterránea y se ubica en las profundidades de la intriga y la conspiración.
A pesar de tanta cadena y acto público donde se grita a mil voces que el PSUV es más sólido que el auyantepui, la realidad que se percibe es una muy distinta y la percepción del venezolano de a pie es que vivimos en un caos, agobiados por la inseguridad a pesar de los miles de FAL que están ahora en la calle, que hay que hacer procesiones para encontrar algo tan básico como papel higiénico a pesar de los 50 millones de rollos que tan orgullosamente anunciaron que van a importar y que cada vez el sueldo alcanza menos a pesar de los generosos aumentos anunciados el 1ro. de mayo.
El PSUV es una olla de presión, el país en su conjunto debe estar atento y unido pues vienen momentos difíciles pero que serán sin duda los albores de un mejor futuro. El PSUV pierde aceleradamente su condición de fuerza política hegemónica y surge con vigor y esperanza una nueva mayoría inspirada en valores modernos, democráticos y progresistas.
Carlos Valero
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