Entre los personajes del folklore venezolano existe uno que aparece silbando en las noches oscuras y colmadas de sombras, aterrorizando a quienes lo escuchan porque presagia calamidades. Es el Silbón. Se trata de un alma que divaga en pena, purgando escalofriantes y mortales enfrentamientos habidos en el seno de su propia familia. Gime angustia y dolor entre quebradas, arroyos y conucos esparcidos en una geografía del miedo. Dicen que quienes más le temen son los hombres borrachos, no se sabe si de alcohol o de poder.
Por estos días llenos de angustias y desasosiego, el personaje ha vuelto a aparecer. Su quejido, tan afilado como una hojilla, corta la respiración. Confesando angustia, miedo y depresión, nos ha detallado la tragedia de su familia política, que se desintegra en voracidad de poder y dinero, corrupción, traiciones, estafas, incapacidad y engaños. Como en la leyenda, él es también causa de la malaventura que llora. Es el Silbón Mario. Dicen que muy pronto volverá a silbar y que se llevará con él a aquellos que no puedan resistir la intensidad demoledora de su silbido.
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