Veintiuno son los países que eliminaron vidas humanas como resultado de un juicio el pasado 2012. Las cifras son todavía terribles: 680 ejecuciones, 1.722 condenas a muerte pendientes y un número impreciso en millares solo en un país, el mayor Estado homicida de nuestro mundo, que es China.
El hecho es que los dos Estados más soberbiamente soberanos del mundo, que ahora son Estados Unidos y China, siguen siendo los campeones de la pena de muerte. El primero, el campeón occidental, con 43 ejecuciones judiciales y un número indeterminado aunque importante de ejecuciones extrajudiciales efectuadas fuera de su territorio nacional, en Pakistán, Yemen y Somalia.
China es el campeón absoluto con su imprecisa plusmarca secreta que se cuenta en millares. Irán tiene el récord islámico (314 reconocidas, aunque pueden ser más de 600). Le persiguen Irak, la democracia que iba a construir Bush (129), y Arabia Saudí, el amigo de Washington (79 ejecuciones, casi todas en público). Hay países como Egipto donde son numerosas las sentencias capitales de tribunales militares, pero no se tiene información sobre su ejecución.
Gambia es una de las malas noticias de África, puesto que siete personas fueron fusiladas en un solo día en 2012. La vergüenza europea es Bielorrusia, donde se sigue juzgando y ejecutando como en los peores tiempos soviéticos, con un tiro en la nuca.
La estadística es la base del conocimiento y luego de la acción. Amnistía Internacional, con su informe anual sobre el estado de los derechos humanos en el mundo, de donde salen estas cifras, rinde un servicio impagable a quienes quieren saber para poder empujar y conseguir que los Estados homicidas dejen de serlo.