El desabastecimiento también acosa a los jóvenes

El desabastecimiento también acosa a los jóvenes

(Foto AFP)

Cuando la inflación sube y sube, la economía se resiente y los productos empiezan a desaparecer de las estanterías del supermercado, no importa si eres chavista, opositor, «nini» o no te interesa la política, porque igual te va alcanzar la vorágine de los precios altos, las colas en las tiendas o la incertidumbre sobre si el dinero que tienes en tu cuenta bancaria te va a alcanzar para llegar a fin de mes, publica abc.es.

Andrea C. Fernández/ABC

Desde hace algunos meses se reseña sobre problemas de abastecimiento en Venezuela. Su presidente, Nicolás Maduro ha anunciado alianzas con algunos países para paliar la situación, sin embargo, los venezolanos siguen viendo el fantasma del desabastecimiento. No se trata de padres de familias numerosas, o de opositores (o progobierno) con dinero que viven en sus burbujas sino de jóvenes que viven esto día a día.





María Rodrígues, estudiante de Geografía de 24 años, de Caraballeda, una ciudad residencial cercana a Caracas, señala que no es mentira, sí hay desabastecimiento en productos como el papel higiénico, el jabón, harina, mantequilla o lavaplatos. «Si no encuentro, tengo que hacer un tour por varios supermercados y abastos, hasta conseguir los productos. Lo que implica pérdida de tiempo porque también se hacen largas colas para poder comprar. A esto le sumamos que estos productos son racionados y solamente podemos llevar dos por persona», señala.

Pero no es la única, Guillermo Istúriz, músico de 27 años y de la zona popular de Simón Rodríguez, en Caracas, señala que también ha tenido que hacer estos «tours», «ya que la opción de comprar otro producto no existe, porque otro no hay».

«Es realmente frustrante ser hija de inmigrantes, que se instalaron en Venezuela porque hace unos años ofrecía todo lo que un joven pudiera necesitar para desarrollarse como profesional y padre, y que ahora haya que visitar tres, cuatro, y hasta más locales de expendio de comida o artículos personales para encontrar los productos básicos o algún antojito (cuando el sueldo alcanza)», agrega Paula Ortiz Vidal, periodista de 24 años de Altamira, Caracas.

Incluso personas adeptas al gobierno «chavista» han sufrido estos percances. «Puedo decir que hasta ahora en mi casa no ha faltado nada. Pero sí hay cosas que encuentro caminando más o haciendo mucha cola. En un momento solo lograba comprar mantequilla del Mercal (red de distribución de alimentos Estatal) porque la de costumbre no estaba en el mercado», explica Rosa Pérez (nombre ficticio porque prefiere no revelar su identidad), madre de 26 años y técnico superior en Relaciones Públicas.

«Acaparadora sin querer»

Judith Acosta, de Palo Verde cerca del barrio de Petare, confiesa que cuando alguno de los productos que escasean llegan al supermercado, «la gente enloquece y las personas hacen colas enormes. Pueden durar hasta dos horas en ellas. Los dueños de los negocios mandan a hacer colas afuera del local y dejan pasar a grupos de cinco personas para controlar».

«A veces me convierto en acaparadora sin querer. Cuando encuentro un local con fórmulas especiales para mi bebé me vuelvo loca y compro cinco envases de producto. Muchas veces me quedo con la cuenta en mínimos pero al menos le aseguro el alimento a mi hijo», admite Judith quien es una madre soltera de 25 años.

Para Rosa, que confiesa ser «chavista» y con «tendencia política marcada», el problema actual de desabastecimiento es producto de una «coyuntura política circunstancial» y por lo tanto el Gobierno venezolano «debería tomar mayores medidas para apoyar empresas productoras de alimentos e incrementar la producción, para que exista de todo en todos lados».

Una comunicadora de un medio de información estatal que prefiere usar el seudónimo de Laura para salvaguardar su empleo explica que el problema actual es «particular» ya que intervienen muchos factores. «Uno de los principales es que nos convertimos en un país netamente importador. Importamos casi el 90% de lo que consumimos», explica. Otra razón que considera Laura, periodista de la fuente de economía, es el «recelo» que existe en las empresas extranjeras de invertir en Venezuela debido a «los antecedentes de incertidumbre jurídica».

El control cambiario de divisas impuesto desde hace una década, sumado los márgenes excesivos de ganancias de algunos empresarios o las medidas del gobierno «excesivamente paternal y proteccionista que regula precios de artículos por debajo del margen del costo» hacen que el ambiente se enrarezca aún más.

Fantasma de la cartilla al «estilo cubano»

Nicolás Maduro ya ha señalado que la introducción un programa electrónico de racionamiento alimentario propuesto por el Gobernador del Estado Zulia, a modo de «cartilla cubana» es «una locura» y ha pedido no introducirlo. Sin embargo, hasta este viernes se planteaba como una solución a problemas de abastecimiento en esa región, una medida injusta según los jóvenes. «No es justo que por el mal manejo económico los venezolanos tengamos que usar una cartilla de racionamiento», apunta María.

Para Guillermo, que ahora vive en Buenos Aires empujado por la crisis económica y la inseguridad, permitir que los «alimentos sean racionados para que se puedan distribuir a toda la población» no es una idea descabellada aunque matiza con una pregunta: «¿Por qué es un país productor como Venezuela hay que llegar a esos extremos en pleno siglo XXI?».

Laura agrega que esta nunca será la solución ya que el problema tiene un base en la «producción» y que en el Zulia existe el contrabando de productos «que en la mayoría de los casos está controlado por los mismos órganos de seguridad fronterizos». Rosa cree que el «tráfico ilegal de alimentos» en el Zulia está apoyado por dueños de grandes supermercados.

María remata por otro lado: «El gobierno tiene el lema “Tenemos Patria” mientras el país está en uno de sus peores momentos. Apartando el problema político hay graves problemas económicos y sociales que resolver en manos de incompetentes y corruptos»

«No me alcanza el dinero»

Ser joven implica en muchos casos querer salir de fiesta, comer alguna noche fuera o comprar algo de ropa a la moda. Muchos de estos jóvenes ganan más de un salario mínimo venezolano (2.457 bolívares, cerca de 290 dólares), viven con sus padres y sin embargo señalan que el dinero no «alcanza». ¿La razón? Porque aunque aumenten el salario mínimo la inflación no para de subir.

En lo que va de año se ha acumulado una inflación de 19,4%, es decir, solo siete décimas por debajo de lo acumulado en todo el año 2012, según los datos del Banco Central de Venezuela y el Instituto Nacional de Estadística. En adición a esto muchos comerciantes deben comprar sus productos con dólares del mercado negro que se adquiere al triple del valor oficial.

«No es una exageración cuando se dice que cada vez que se va al supermercado TODO ha aumentado de precio. Un mercado mensual para mí sola que aún no tengo a nadie que mantener. puede llevarse un tercio de mi sueldo, y cobro el equivalente a tres salarios mínimo (880 euros)», explica Paula.

Rosa por su parte considera que vive bien con su salario y el de su esposo. «No tengo ningún problema en conseguir cosméticos o ropa porque soy una persona sencilla que no vive de marcas. De necesitar algo más costoso como un par de zapatos de buena marca para mi hijo prefiero comprar con dólares en Internet y así se que pago lo justo porque es dólar oficial».

La experiencia de Laura se asemeja a la de Paula. «Adquirir ropa para mí se ha vuelto un lujo en cuestión de seis meses. Y si gran parte de mi sueldo de me va en alimento y un buen jean (vaqueros) puedo costar la mitad de mi salario, ¿Qué hago? Me alimento o me visto», calcula Laura. Esta periodista confiesa que ha pensado en aprender a «coser ropa» para atender sus caprichos aunque admite que las venezolanas son muy «coquetas» y no piensa «ceder con el maquillaje».

Guillermo viviendo ahora en Argentina se ha dado cuenta de la dificultad de los jóvenes en Venezuela para independizarse.

«Con el sueldo (tres salarios mínimos) que ganaba no me podía permitir mudarme de la casa de mis padres. Si me hubiese mudado el dinero lo hubiese gastado en alquiler. Aquí en Argentina un joven con un poco más del salario mínimo puede vivir un poco justo pero costeándose una habitación en residencia o un departamento (piso), pagar la comida, estudios y hasta alguna distracción», analiza.

Judith, que es joven y madre soltera señala que debe buscar más alternativas a su empleo para poder cubrir los gastos de su hijo de seis meses de edad. «Aunque cuento con ayuda de mi familia y un empleo estable cada día se torna más difícil. Esto ya no se trata de lujos o de gustos, simplemente son artículos necesarios».

¿Conciertos o salidas nocturnas?

Y cuando se trata de ocio en su plenitud, como disfrutar de un concierto de un artista de moda o salir de fiesta con un grupo de amigos la situación también se ha complicado. Laura explica que ya no se puede salir con la misma frecuencia que antes proque todo ha aumentado pero se encuentran soluciones.

«Han proliferado páginas wb que ofrecen cupones de descuentos para cenas. Los establecimiento se dieron cuenta que es una buena manera de atraer clientes. Salir es un lujo porque puedes gastarte un sueldo mínimo en una cena para dos personas en una sola noche», señala. «Incluso las cadenas de comida rápida son costosas. Esos son mis restaurantes de lujo», ríe Laura.

Adriana Sánchez, diseñadora gráfica de 27 años y amante de los conciertos admite que la oferta de eventos musicales ha caído. «Lamentablemente,desde hace un buen tiempo traer a grandes artistas al país no es rentable para las productoras de eventos. El último concierto de Jamiroquai lo certifica», explica. En el evento la productora no logró el aforo deseada y las entradas más económicas costaban más de 700 bolívares.

«Los artistas que mas llenan localidades son los de generos tropicales, urbanos… Así que los jovenes con gustos musicales que van mas allá de esos generos nos vemos forzados de cierta forma a tener que viajar fuera del país para poder disfrutar de los shows que no pasan por aquí», dice con tristeza.