Juan Carlos Sosa Azpúrua: Paciencia enemiga

Juan Carlos Sosa Azpúrua: Paciencia enemiga

Paciencia, ¿quién puede poner en duda su valía? Pero si se piensa en un concepto absoluto, es necesario evitar el facilismo de la generalización, porque se cometen errores lamentables. Los contextos, las circunstancias, son esenciales para evaluar la conveniencia de algo y la justicia de su juicio valorativo es proporcional a la cantidad de elementos particulares que se consideren.

Nadie puede negar la inteligencia de una estrategia que consista en conquistar los espacios para ejercer un gobierno armónico, con la menor resistencia a sus políticas públicas. Gobernar con la mayoría en las alcaldías, con jueces imparciales, con un Ministerio Público profesional y una Asamblea equilibrada es ideal, constituye una premisa verdadera universal. Que los partidos políticos persigan su fortalecimiento igual es válido.

El problema radica en pretender lo ideal cuando el contexto particular pide a gritos soluciones inmediatas, cuando los intereses nacionales se comprometen -y se violan- si se insiste en la búsqueda de ese ideal.





Estamos encerrados en un laberinto maldito, con un Minotauro devorándose los restos de una Venezuela despedazada. Urge ponerle fin a esta pesadilla. Cada día que pasa es un día que no tenemos.

No es ético que quienes estén cómodos usen el argumento de la paciencia para pedirle a un país devastado que siga tolerando su destrucción. Las cuentas que sacan quienes plantean seguir en asuntos electorales, son números que gravitan en sus universos exclusivos, donde los beneficiados son solamente ellos, la vida dentro del laberinto que da oxígeno a sus habitantes, a los que pueden convivir con el Minotauro, porque son sus clones y vasallos.

Fuera del laberinto, la paciencia se agotó, no tiene espacio. Seamos Teseo y acabemos con el monstruo.

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