En mi época juvenil se oía a menudo la expresión “eso es un fao”, para denotar algo que no resultaba satisfactorio, o de una persona que no satisfacía las expectativas o esperanzas que se habían puesto en ella. ¿Quién lo diría… ? Los organismos internacionales burocráticos creen a pie juntillas en las estadísticas de Cuba y de Venezuela también, donde expertos estilistas maquillan, recortan y adicionan extensiones según les viene en gana. ¿Cómo se ve que no se han paseado por las salas de nuestros hospitales públicos de niños o de adultos, puntas del iceberg de la pobreza, el hambre y la exclusión? Ni siquiera eso, pararse en el dintel de la puerta de uno de ellos, es invitarnos a regalarles a los viandantes ese frasco de vitaminas que los que las tomamos no necesitamos, porque aún podemos comer tres veces al día y orinamos sus contenidos hacia las aguas del Guaire porque nuestro cuerpo no puede almacenarlas… Lo de la FAO es pues, un fao. ¡En qué mundo de mentiras vivimos!
Los sinvergüenzones(as) de la Asamblea, en medio de tanta banalidad, mientras deslucen lolas protésicas se ocupan de los teteros, de las leches en polvo y no de las tetas lánguidas de las mujeres pobres, mientras no nos dejan idear cómo salimos de una vez por todas de sus babosas existencias. La influenza, el dengue, el paludismo, el sida y el embarazo de adolescentes, se extiende mientras los capitostes viajan a recibir bendiciones inmerecidas que no reprimendas por su bajeza e indignidad. Pero eso es lo que ocurre en el mundo de la mentira que aún alcanza al Vaticano.
El camino socialista conduce hacia la ruina y la ignorancia de médicos sin luces. Galileo Galilei pronunció, “Las matemáticas son el lenguaje en el que Dios escribió el universo”, pero a nuestros gobernantes las sumas le salen restas…