Lo represivo del sistema político chavista no explica completamente la pasividad de los venezolanos ante su empobrecimiento. Los reclamos de los brasileños responden a la eficacia de la reforma fiscal de 1988 y a que quieren mejores compensaciones.
Xavier Reyes Matheus / La Razón
En su libro clásico de 1938, «Anatomía de la revolución», Crane Brinton sostuvo que las revoluciones tienen mayores probabilidades de ocurrir cuando se produce un parón brusco tras un periodo sostenido de prosperidad económica. El «intolerable abismo» entre lo que una sociedad ha llegado a desear y lo que en realidad consigue constituía, para el historiador norteamericano, la explicación de esos estallidos protagonizados por «gente que no goza de mala posición y que siente restricciones, paralización, fastidio, más que una auténtica y aplastante opresión».
No obstante, las noticias que hace poco reseñaban en la Prensa el racionamiento impuesto a los consumidores venezolanos no iban acompañadas de ningún informe sobre revueltas como las que ahora hay en Brasil. Uno tiene la impresión de que, en el país que más lenguas se hace de la «democracia popular», la gente es cada vez más un espectador pasivo de su propio destino. La primera explicación que parece salir al paso es el miedo, y con sobrados motivos.
Sin embargo, lo represivo del régimen no explica completamente la pasividad de los venezolanos.
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