Hace meses que carga con una coletilla. Con un enorme moño cardado, en su caso: dicen que podría ser la nueva Amy Winehouse. Ella responde con paciencia promocional: “Soy una gran fan. Es muy halagador ser comparada con ella, pero creo que nuestra música es muy diferente”. Sería el fin de la comparación, si no encabezara desde hace meses las listas de nombres emergentes: todo lo que es susceptible de vender lleva etiqueta.
Lianne La Havas. Londinense. Mitad griega, mitad jamaicana. 23 años. Si le quitas la guitarra, es más bien una anti-Winehouse. De los excesos de la fallecida solo comparte una voz que cala hasta los huesos y la querencia por el eyeliner. De hecho, La Havas lleva vida sana por prescripción médica. Desde que pasó por el hospital el año pasado por culpa de una infección de riñón. “He tenido que cambiar mi estilo de vida considerablemente”, confiesa. Es decir: compatibiliza los escenarios con mucha agua, deporte y “pequeños placeres”.
Puestos a etiquetarla, la londinense se acerca más a la pose Sade. Tiene voz negra, mirada con ‘warnings’ de “seguro-que-me-vas-a-hacer-sufrir” y un corazón con el rímel corrido. Sus dramas amorosos son vox pópuli de estribillo desde que publicó su álbum de debut: ‘Is your love big enough?’ ¿Es tu amor lo suficientemente grande? “Completamente”, responde ella a su propio título retórico.
La llamada de Prince
Hace apenas un año que publicó en Inglaterra su primer disco [acaba de llegar a España]. Se instaló en el top 5 de las listas, fue nominado a los Sound of 2012 -los artistas revelación de la BBC- y terminó siendo el álbum del año de iTunes en el Reino Unido. Ya ha acumulado anecdotario famoso-surrealista. Prince la llamó por teléfono para decirle que le gustaba imaginar que él era el “hombre mayor” protagonista de una de sus canciones (un ex amante que tenía edad de ser su padre, canta ella en ‘Age’). Stevie Wonder se coló en el ‘backstage’ para conocerla. “Todo muy surrealista”, asiente ella.
Lianne La Havas ya ha empezado a extender sus tentáculos folk por Europa. (Su gira hizo parada en Madrid, en el Día de la Música). La incluyen en el “movimiento neo-soul” marca Adele. Aunque ella prefiere llamarlo “G&B” (a lo R&B, pero con G, de guitarra). Se llame como se llame, suena a blues, soul, jazz, folk. Una música que se adhiere al estómago con letras basadas en hechos reales. Advertencia: La Havas asegura que para escribir uno tiene que experimentar tanto la auténtica felicidad como el dolor extremo. Dolor extremo: “Perder a alguien querido o tener el corazón roto”.
“Siempre me han dejado”
La cantante da por hecho que han sido sus relaciones las que le han hecho ser compositora. La pregunta inevitable: ¿tan malas fueron? “Algunas sí. Pero cuando estoy enamorada o desenamorada es lo único en lo que puedo pensar. Es lo único sin lo que no puedo vivir”. Nota a pie de kleenex: “Siempre me han dejado”, asegura. Hasta ahora. “Hace muy poco que corté con alguien por primera vez”, confiesa.
Nadie lo diría al verla. Puede presumir de belleza exótica: padre griego, madre jamaicana. Se separaron cuando Lianne tenía 2 años. Y sigue creyendo en el amor, insiste. “Por supuesto. No todo el mundo es adecuado para todo el mundo, y el momento tampoco es siempre el oportuno”.
De su padre heredó su don multiinstrumentista. De su madre [trabajó “horas incontables” como cartera], que “con trabajo duro se consiguen los sueños”. Así que se crio con los abuelos. Unos abuelos “con normas muy estrictas”. Los culpables de que en las distancias cortas parezca mayor de lo que es.
Da la impresión de que es antiadherente a la fama. Joven, pero autocrítica. “Así es como me aseguro de que mi material es lo mejor que puede ser”. Su sueño: “Construir mi propia casa y llegar a conseguir un Grammy y una hermosa familia”. De momento, ya sabe coger la sartén por el mango: su placer secreto son los programas de cocina.