Una noria -o rueda de Chicago- de color dorado se asoma por las entrañas de una moderna torre. Una fuente escupe sus chorros de agua al compás de un tema pop en francés que se escucha por unos parlantes distribuidos por la calle. De noche, la ciudad se ilumina de violeta, azul y rojo como si fuese un árbol de Navidad fuera de control.
La sutileza no es lo que caracteriza a Batumi, una ciudad que hace diez años no era más que un rincón pobre y triste de la antigua Unión Soviética.
Hoy, es una centro de juegos de luces brillantes y ostentosos casinos.
Bienvenido a Las Vegas del mar Negro.
De hecho, el mundo de las apuestas es algo así como la más reciente encarnación de las aspiraciones ultracapitalistas de Georgia: dinero rápido, regulaciones laxas y grandes riesgos.
Experimento ambicioso
Batumi es hoy día el destino de preferencia para el turismo de Turquía, donde los juegos de apuesta son ilegales.
Según el director del casino Peace, el 95% de sus clientes son turcos.
La ciudad cuenta con una torre con una noria en medio.
Él cree que el negocio de los casinos y el dinero que los apostadores gastan durante sus vacaciones constituyen un cuarto del presupuesto local.
El haber convertido a Batumi en el Monte Carlo de Georgia es el signo más visible de un ambicioso experimento para transformar el país.
El experimento comenzó después de que el abogado Mijail Saakashvili, que lideró la revuelta popular conocida como “la revolución de las rosas” en 2003, se convirtiera en presidente a los 37 años y se inclinara por todo aquello que viniera de Occidente.
El país ingresó en una era de reformas democráticas, se puso freno a la corrupción a pequeña escala y Georgia se vio beneficiada tanto por ayuda como por inversión de Occidente.
Derechos de las minorías
Para Saakashvili, la ciudad es un símbolo del éxito de Georgia. Pero el glamour de Batumi esconde otra realidad menos visible.
Durante sus diez años en el poder creció la corrupción en los escalafones más altos del gobierno y el nepotismo.
“Los contratos que se hicieron para estos grandes proyectos de infraestructura involucraron más dinero que el costo real de los edificios”, dice el político local Parmen Jalagonia mientras señala una de las torres que nos rodean.
Muchos ciudadanos pobres y mayores se sintieron ignorados y abandonados por el estilo capitalista de Saakashvili.
Saakashvili continúa siendo el presidente, pero su gobierno perdió las elecciones el año pasado y para muchos en Batumi, esto trajo esperanzas de cambio.
“Todos esperan que la situación mejore. Y todos creen que el nuevo gobierno mejorará las cosas”, dice Sveta Shuskaya, una mujer que gana entre US$3 y US$12 al día vendiendo flores y nueces que cultiva en su jardín.
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Fotos cortesía BBC Mundo