Que sí, que no y que tal vez. La histérica muestra el dulce y después lo esconde. Acaricia al muchacho y le dice frases hot al oído pero después se escapa corriendo porque “está apurada” para llegar al reino de No Me Tocarás Nunca Jamás. Porque ella es una fugitiva crónica del amor. Invita a un señor a salir y dos horas antes le cancela. Lo saluda a la mañana y a la tarde no le contesta los llamados.
¿Es que acaso esta fémina no sabe lo que quiere? No, mis amigos, ella sabe muy bien a dónde va: derecho a la nada misma. Le ofrece a su presa una apetitosa pileta olímpica para que él se lance de cabeza; pero resulta que cuando está llegando a destino el muchacho se da cuenta de que la pileta está vacía y termina con la cabeza rota. Y, quizás, hasta con el corazón hecho pedazos.
¿A los hombres les gusta?
Increíblemente son muchos los hombres que gozan con este juego y pueden permanecer años enredados con una mujer así. Pero no falta el que anda más o menos sano de la cabeza y dice basta cuando se da cuenta de que está atrapado en un mundo cuasi perverso y abandona el barco. Porque entiende que pierde el tiempo en tratar de conseguir un dulce escurridizo por definición. Y la verdad es que tiene razón. Dedicar preciosas horas, minutos y segundos de esta corta vida en seducir a una histérica no tiene mucho sentido. Porque una vez que ella consigue captar la atención de su chico, se va corriendo.
Y ellos también
Pero la histeria no es condición exclusiva del sexo femenino. Algunos hombres también juegan a correr cual maratonistas en fuga. Son los que calientan motores al máximo y cuando llega la hora de arrancar se van y se convierten en el fantasma que todos juran que alguna vez vieron pero del cual nadie puede probar su existencia.
Ellos tienen sus tácticas de cabecera. Te pueden decir que pasaron una noche genial con vos, pero después desaparecen sin dejar rastros ni dar aviso alguno, como si hubiesen sido abducidos por alguna fuerza alienígena. Te miman, besan, acarician y cuando estás bien adobada te tiran algo así como “un día de estos te llamo”.
Olvidate que aparezcan de nuevo. Y vos te quedás horas en tu casa pensando en qué fallaste para causar un abandono tan estrepitoso: “¿estoy gorda?, ¿tengo mal aliento?, ¿soy muy aburrida?”. Resultado final: terminás con la autoestima destrozada y comiendo helado. Los muchachitos esquivos disfrutan de la sensación de tenerte en sus manos y poder manipularte como deseen. Cuando sepan que estás babeando por ellos te pondrán en la lista de suplentes mientras buscan una nueva conquista que eventualmente también pasará a sumarse al banco.
Mantenga al sujeto en cuestión a una distancia prudencial
Los y las histéricas no tienen ganas de vincularse profundamente. Lo de ellos es la superficialidad. Las conquistas amorosas representan un recurso para agigantar sus egos mal heridos. Su vida es una parodia. Todo su comportamiento es puro cuento. Si los pinchás un poquito revientan y quedan más desinflados que globo de cumpleaños viejo. Si te topás con algún espécimen así no te enamores. Disfrutá del cariño instantáneo y exprés que puedas encontrar y después dejalo a un costado con un mensajito en la cabeza que diga: “lo que no se usa, se recicla; que pase el que sigue”.