El príncipe Guillermo y su esposa Catalina tienen intención de dar a su primogénito una educación más moderna que la que recibieron los hijos de la reina Isabel II.
Sin embargo, la criatura, ya sea niña o varón, cuyo nacimiento será saludado con 103 cañonazos, difícilmente pueda tener una educación normal, por más que esa sea la voluntad de sus padres,
El futuro heredero de la corona y su esposa, ambos de 31 años, son jóvenes de su época, dispuestos a cambiar los pañales y a asumir los llantos nocturnos del bebé, destaca la prensa.
“Escuchamos sin cesar que quieren darle a su hijo una educación normal”, explica a la AFP Patrick Jephson, ex secretario personal de Diana, la madre del príncipe Guillermo.
“Pero la verdad es que no son normales ni nunca podrán serlo”, agrega.
La pareja debe instalarse próximamente en el palacio londinense de Kensington, cuya reciente renovación costó 1,6 millones de euros, a cargo del contribuyente.
Guillermo y Catalina serán padres “implicados”, consideran los comentaristas.
La época en la que los niños reales no veían casi a sus padres, con quienes mantenían relaciones distantes y rígidas ya quedó atrás.
La reina Isabel II nunca frecuentó una escuela y su educación, relativamente rudimentaria, estuvo a cargo de preceptores.
Su hijo mayor, el príncipe heredero Carlos, pasaba mucho tiempo en manos de las niñeras que se ocupaban de él mientras sus padres recorrían el mundo.
Al llegar a la edad escolar, fue enviado lejos de sus padres a pensiones que aplicaban los estrictos principios educativos del príncipe Felipe.
En aquel entonces, “las obligaciones reales se imponían a la vida familiar”.
Hoy las cosas son completamente diferentes”, comenta Christopher Warwick, biógrafo autorizado de la princesa Margarita.
Diana cumplió un papel determinante en ese cambio al decidir que sus hijos debían ver el mundo tal cual era.
Diana actuó en consecuencia, llevando a sus hijos a ver a las personas sin techo y a lugares de entretenimiento de la plebe como los parques de atracciones”, recuerda Phil Dampier, cronista de la monarquía.
“Estoy seguro que Guillermo y Catalina quieren lo mismo”, agrega Dampier.
Carlos y Diana también innovaron cuando llevaron a Guillermo, con tan solo nueve meses, a una gira oficial de seis semanas por Australia y Nueva Zelanda.
Los hijos de Carlos y Diana también tenían sus niñeras y fueron enviados a colegios de renombre, pero la relación con sus padres, a los cuales llamaban papá y mamá, era más cercana y cariñosa.
Catalina, que proviene de una familia burguesa en la cual recibió una educación menos formal que la aristocrática, desea estar lo más cerca posible de su hijo.
Sin embargo, parece difícil que Catalina pueda romper con la tradición y renuncie a una niñera, aunque sea a tiempo parcial, estima Phil Campier.
Las obligaciones oficiales de la joven pareja, llamados a remplazar a la reina Isabel y al príncipe Felipe en múltiples actividades protocolares, absorberán cada vez más su tiempo. AFP