Armando es un señor bonachón y en su negocio es muy servicial y atento. Pero de nada han servido estos dones para ahuyentar a los malamañosos amigos de lo ajeno.
En días pasados, y mientras se preparaba para cerrar su local de artículos de repostería, por los lados de La Piedad, los malandros le pusieron una pistola en la cabeza a su ayudante mientras le quitaban la computadora, una laptop de última generación.
Armando pudo ocultarse y vio que los dos antisociales abordaban un “rapidito” (taxi) de un rojo descolorido y todo destartalado.
Como pudo salió y buscó su carro. Mientras iba detrás del rapidito tomó su celular y llamó a la policía. Por respuesta obtuvo una negativa: -Es que no tenemos vehículo. Discó al 171 y allí tomaron nota y colgaron.
A todas estas los delincuentes, con su laptop encima, se habían detenido a media cuadra de una estación policial. Ya caía la tarde mientras los cielos se cerraban presagiando un vendaval de agua.
Buscó ayuda pero los policías le dijeron que ya estaban cerrando y además, no tenían ni vehículo ni armamento. –¡Cóntrale¡ Pero en las alcabalas móviles que montan en Barquisimeto sí tienen vehículos y bastante armamento para matraquear. Pensó y estuvo a punto de espetarles su rabia e impotencia.
Por casualidad llegó un policía con su moto propia, quien tenía un viejo revólver que al menos asustaba. Pero tenía temor de enfrentarse a tres delincuentes
Armando lo convenció y se presentó una persecución. Los delincuentes enfilaron a los cerros cercanos a la montaña de Terepaima. Ya era de noche y medio garuaba.
En la carrera dieron con otras comisiones policiales quienes cercaron a los delincuentes. Uno estaba debajo de un carro y otro, por los matorrales, mientras el chofer del rapidito declaró que los malandros lo habían secuestrado.
En la Comisaría le presentaron a los malandros. No querían confesar su fechoría. Armando solo quería recuperar su computadora por los tantos pedidos y despachos sin cancelar, con deudas y más deudas. Hasta ofreció contribuir con los policías con “algo pa’ los frescos”. Ahí sí que cantaron de bonito los desdichados.
Cuando se los presentaron para el reconocimiento, Armando casi no pudo reconocerlos de la golpiza que habían recibido. Pero dijeron dónde habían dejado su computadora.
Ya era de noche cuando comenzaban a redactar la denuncia…pero apenas había una sola hoja para escribir. La esposa de Armando debió ir a su casa y traer una resma de colaboración.
Finalmente cuando iban a recuperar su valioso objeto, los rayos, truenos y centellas hicieron imposible ir hasta los matorrales. Además, ya eran pasadas las 2 de la madrugada.
Apenas cantaron los gallos Armando se despabiló. Encendió su vehículo y se fue hasta donde los malandros dijeron que habían ocultado su computadora.
Entre el lodazal por el aguacero de la noche anterior, yacía su laptop que había comprado a crédito hacía cuatro meses. Debió apartar piedras, ramas, sapos y lagartijas. Al abrirla, una densa mancha de aceite y aguas negras le empañaron la pantalla.
Miró a su alrededor. Apenas un borrachito, quien lo había visto llegar y hurgar entre los motorrales, sonreía pícaramente.
Se le acercó y mientras danzaba su resaca, exclamó: ¡-Pero tenemos Patria, compay!
(*) [email protected] / @camilodeasis