La sociedad venezolana, víctima de una constante y permanente ola de violencia que se ha desatado en los últimos años, ha venido restándole el valor verdadero de la vida, y ha ‘naturalizado’ los hechos delictivos, como el asesinato.
Así lo cree Nelson Fréitez, sociólogo y docente de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, quien explicó el por qué de la realidad actual del país, sus posibles causas y las consecuencias que se podrían desprender de una cadena delictiva que se ha incrementado en la última década.
Para el especialista, la sociedad delictiva es producto de procesos que se desplegaron desde finales de la década de los años ’80, con los hechos desarrollados en el ‘Caracazo’, y se agudizó en la década de los ‘90, cuando se combinan factores socioeconómicos con las crisis institucionales.
Fréitez especificó, además, que los factores que desencadenan la violencia en cualquier país, incluyendo a Venezuela, son la exclusión social, la pobreza, carencias de oportunidades para conseguir objetivos y las frustraciones que produce no encontrar los bienes materiales a través de los canales legales.
Sin embargo, en el país hay que buscar causas diferentes a las mencionadas, toda vez que el Gobierno nacional ha publicado indicadores internacionales donde denota que ha bajado la pobreza y se han cubierto las necesidades sociales. Entonces, “el caso venezolano es peculiar, porque hemos pasado de poco más de 4 mil asesinatos anuales, a finales de los ’90, a más de 20 mil en este último año”, dijo el sociólogo. ¿Cuál es el factor que ha detonado el problema de la violencia? Fréitez está convencido de que la causa de este flagelo se deriva de que los factores institucionales que tiene el Estado para controlar el delito y reprimirlo, están en franco deterioro, de donde se deriva la impunidad y se promueven los hechos delictivos.
A su vez, explica Fréitez, la impunidad es la resultante de estos factores: organismos de seguridad de investigación del Estado que no pueden dar respuestas a los casos de violencia debido a la sobresaturación y un sistema policial viciado, donde no se castiga los hechos delictivos que se producen en su seno.
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