Este lunes cumple 100 años y los gritos que le lanzan no son celebratorios, sino un firme pedido de que se arrepienta.
Es el cumpleaños de Erich Priebke, el exoficial nazi que participó de la matanza de 335 civiles en las Fosas Ardeatinas, en las afueras de Roma, durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde hace unos días, en Italia se han acrecentado los llamados para que Priebke, uno de los sobrevivientes más viejos de la era nazi, pida disculpas por el papel que jugó en esa masacre.
Priebke nunca mostró remordimientos.
Escape a Argentina
La masacre de las Fosas Ardeatinas en marzo de 1944 fue una venganza por una bomba que hicieron estallar partisanos en las calles de Roma, matando a 33 soldados alemanes.
Se cree que fue el propio Adolf Hitler quien ordenó que se mataran diez personas por cada alemán muerto.
Las víctimas fueron rodeadas y trasladadas a una red de cavernas en las afueras de la ciudad, donde todos fueron muertos a tiros.
La masacre duró horas.
Erich Priebke era uno de los oficiales a cargo de la operación.
Tras la guerra, escapó a Argentina, primero a Buenos Aires y luego -en 1954- a la pintoresca Bariloche, rodeada de lagos y montañas.
Fue descubierto en esa ciudad, en 1994, por un equipo de la cadena de televisión estadounidense ABC.
En ese encuentro, un Priebke ya mayor, con la apariencia de un jubilado cualquiera, respondió preguntas sobre los hechos de 1944.
“Sí, estaba allí”, dijo. “Pero eso fue ordenado por nuestros (comandantes)”.
“No cometimos un crimen”, aseguró en esa entrevista.
“Una órden era una órden… Yo tenía que ejecutarla”.
Esa entrevista dejó perplejos a los habitantes de Bariloche, quienes tenían a Priebke como un vecino ejemplar, un destacado miembro de la comunidad.
Su vida en Roma
Priebke fue extraditado a Italia en 1995 y sentenciado a prisión perpetua en 1998.
Pero consiguió que su alegato de avanzada edad y frágil salud fuera tomado en cuenta, y se le otorgó un régimen de arresto domiciliario.
Hoy vive en el último piso de un edificio de una tranquila calle de un barrio cercano al centro de Roma.
Tiene una terraza con geranios que crecen a la sombra de parras.
Y se le permite salir. Acompañado por un escolta, siempre ha hecho sus propias compras, ha dado paseos en el parque y ha salido a cenar con amigos.
Imposible de aceptar
Para algunos, que el exoficial de las SS disfrute de semejante libertad en la misma ciudad en que cometió su crimen es imposible de aceptar.
Esto es especialmente cierto para la comunidad judía romana.
Uno de sus miembros, Angelo Sermoneta, dijo: “La Roma judía, toda la ciudad, debe evitar que este personaje ande por su vecindario… que haga sus compras y disfrute de privilegios”.
“Tiene 100 años. No hay necesidad de lastimarlo. No decimos que debe ser ejecutado en la guillotina, la cámara de gas o la silla eléctrica”.
“¡Pero que al menos se quede en casa y no se haga ver!”.
“Despierta en otros los recuerdos del mal que hizo. Y sólo aquellos que lo han sufrido pueden entenderlo”.
Sin gestos de remordimiento
En una entrevista que concedió al diario argentino La Nación en 1998, Priebke insistió varias veces en que no estaba arrepentido. Tampoco lo hizo más tarde.
Sebastiano di Lascio, el abogado que representa a la asociación de familiares de víctimas de la masacre de Roma, dijo que la negativa del exoficial nazi a pedir disculpas es chocante.
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