Son tradicionales, simples… Aburridos. Encontraron una posición que les resulta cómoda y ahí se quedaron. Por años y años. Les rogamos un poco de acción, de éxtasis, de riesgo. Pero nada. ¿Qué hacer con un hombre que ante una heladería completa se queda siempre con el mismo gusto?
“El sexo vainilla” prescinde de la riqueza de opciones eróticas y repite las mismas formas de acercamiento: “la iniciativa para el hombre”, breve juego previo, prioridad a la penetración, y un final con más silencio que gemidos.
¿Todo sexo pasado fue mejor?
En la consulta sexológica se escucha con frecuencia (no sin cierta nostalgia y resignación) que en los inicios del vínculo de pareja el sexo era más espontáneo, pasional, y con el paso del tiempo se fue convirtiendo en aburrido y esquemático. “Cuando éramos novios apenas nos tocábamos y ya estábamos calientes”, “nos pasábamos horas teniendo sexo”, “hacíamos de todo…”, recuerdan los pacientes.
En estos casos de iniciación vigorosa y final apagado, son las mujeres son las que más se quejan de sus parejas hombres. Se animaron de entrada a expresar sus saberes en materia de sexo, ya sea por experiencias anteriores, o por la fuerza del deseo, sin miramientos ni inhibiciones.
Otros modelos de relación revelan que fueron los hombres los que animaron a sus mujeres a gozar del encuentro entre los cuerpos. Sin embargo, el paso del tiempo, o dar por sentado que la relación “funciona sola” y que ya no necesita estridencias que la saquen de lo conocido son motivos suficientes para dejarse llevar por la monotonía. Si a este panorama que evoca lo mejor del sexo pasado sumamos la incomunicación del presente, el conflicto se agrava.
Del silencio al reclamo
Existen aquellas mujeres que sufren solas: no se animan a plantear el problema por temor a no ser comprendidas. Están también las que justifican su presente creyendo que “así debe ser”, que la pasión del comienzo se perdió y solo queda conformarse con “lo que hay”. Y finalmente están aquellas que no se conforman con la rutina y quieren “probar” los diferentes gustos que el sexo les ofrece.
Si décadas atrás las mujeres aceptaban con resignación la rutina sexual, hoy en día reclaman para mantener el sexo vivo. Aceptan que el paso del tiempo y la convivencia van en detrimento de la pasión y la intensidad, pero también saben revertir ambos condicionantes y convertirlos en experiencia y deseo de cambio.
Los hombres también se quejan
Si las mujeres se quejan de sus hombres “achanchados”, ellos tampoco se quedan atrás, solo que sus reclamos por salir del “sexo vainilla” se remontan al comienzo de la relación. De sus bocas se escucha el clásico: “ella siempre fue así” y describen con pocos ejemplos la pobreza de recursos: “no la puedo tocar”, “no quiere que le haga sexo oral y ni pensar que me lo haga a mí”, “no sé si alguna vez tuvo un orgasmo”.
Los varones se resignan más rápido que las mujeres y se valen de justificaciones que aluden a mitos de la condición femenina: “las mujeres son menos sexuales que los varones”, “tuvo una educación muy represiva”, “las mujeres son más pudorosas” o la típica creencia: “no le voy a pedir a mi mujer cosas que haría con una prostituta”.
Los hombres que pueden salir de estas pautas rígidas que subestiman las capacidades eróticas femeninas están mejor dispuestos a ayudar a sus mujeres a romper con las inhibiciones sexuales. Por supuesto: tiene que existir deseo de cambio, acuerdo mutuo, comunicación y dar prioridad a los momentos de intimidad.
Consejos para salir del sexo vainilla
* Como en el ejemplo de los helados: hay que elegir otros gustos.
* Intercambiar la toma de iniciativa.
* Tomarse el tiempo para acariciarse y sentir al otro.
* Recordar que la meta es todo el encuentro erótico, no la penetración.
* Usar estímulos externos: luces, música, películas eróticas o juguetes sexuales.
* Introducir gradualmente las novedades.
* Comunicar qué sintió cada uno.
* Potenciar el encuentro siguiente: “ir por más”.