Desde que entramos a la vida política venezolana, con muchas ganas de aportar para la construcción de una sociedad más justa, en la cual impere el orden y el derecho por encima de los personalismos, hemos tenido muy claro varias cosas que me gustaría compartir hoy con ustedes.
Cuando comencé mi actividad política lo hice defendiendo el Estado democrático de Derecho. Pronto me di cuenta que solo no podía y, al voltear a los lados, pude observar a muchos iguales a mí que querían lo mismo. Decidí ingresar a los partidos políticos porque, aun con todos sus vicios, la política es la forma de acceder al poder para cambiar las realidades que no nos gustan. Las ONG tratan de influir desde afuera (lo cual es importante), pero los dirigentes de los partidos políticos influyen desde adentro del poder.
Estando de diputado (2000-2005), entendimos que solo actuando unidos aquellos que pensábamos igual, conseguíamos objetivos y metas. Nada fácil fue aquella pasantía y tampoco lograr la unidad que se requería. Pero se logró y funcionó. Esa unidad parlamentaria la vio el país y fueron los inicios de la unidad partidista que luego se comenzó a construir.
La unidad no puede ser acomodaticia. Algunos reclaman unidad cuando favorece a sus personales y hasta legítimas aspiraciones y la atacan cuando pasa lo contrario. El verdadero éxito de la actuación unitaria está en que todos hagamos concesiones teniendo como norte que el país que todos aspiramos no se comenzará a construir sin que actuemos realmente unidos. Puede haber diferentes enfoques de cómo abordar cada situación que se presenta, pero al final, cuando una mayoría respalda una posición, la sincera unidad exige que todos la apoyemos.
Dije “estando” de diputado porque siempre he pensado que nadie “es” el cargo público que ocupa. Todo cargo público -y más si es de elección popular- no pertenece a quien lo ejerce. El cargo es del pueblo; éste es quien decide quién lo ocupa y por cuánto tiempo. Hay muchos que se comen el cuento de considerarse que “son” el cargo que ocupan; los escuchas decir: “yo soy el diputado fulano de tal”. El día que ya no ocupan ese cargo, desaparecen del mapa político y simplemente dejan de “ser”. Siempre he dicho que prefiero decir que soy Gerardo -nombre que me pusieron mis padres al nacer y que tendré hasta que Papá Dios me llame- a decir que “soy” cualquiera de los cargos transitorios que he ocupado.
En estos tan movidos y conflictivos tiempos de nuestra política nacional hemos visto de todo. Sobre traiciones y deslealtades podríamos escribir un libro. Personas que me llamaban hermano o hasta que me consideraron su padre en la política, no tardaron en mostrar sus verdaderas caras cuando se sintieron ya seguros y jugaron sus propias cartas de poder. Al final te das cuenta que en política no hay ni hermanos, ni hijos, ni amigos. La ambición -que puede ser muy buena o muy mala- es lo que mueve a muchos. Doy gracias a mis padres porque nunca nos enseñaron a odiar a nadie y siempre nos enseñaron a crecer frente a la adversidad, la traición o la deslealtad. Ello nos permite seguir confiando en la mayoría, que sí es leal y a la que siempre valdrá la pena apoyar.
La vida política es, sin duda, una sucesión de etapas donde a veces estás arriba y otras no. Nunca hay que perder el centro y mucho menos dejar de tener claro el por qué estás en la actividad pública, que no es otra cosa sino para servir. Si estás arriba debes ser humilde en el ejercicio del poder; si estás abajo, debes analizar en qué fallaste, corregirte y seguir el camino. Quienes entran a la política para servirse de ella, para masajear su ego usando el poder (que no les pertenece) para sus propios intereses personales o económicos, tarde o temprano la vida misma y el pueblo se los cobra.
Mi decisión de apoyar la unidad en nuestro municipio Baruta no es un acto heroico, ni debería ser aplaudido como una rareza en nuestra vida política. Aun cuando agradezco todos los mensajes de solidaridad y apoyo que por miles he recibido, es simplemente coherencia en nuestro accionar político.
Las reglas que nos dimos en la MUD fueron para conquistar la unidad en todos los municipios del país. Lamentablemente no se pudo alcanzar excepcionalmente en El Hatillo, pero responsablemente no podía permitir que en Baruta sucediera lo mismo. Solo dos concursamos en las primarias; el municipio prácticamente se dividió en dos partes casi iguales. Pero la democracia impone que quien gana, así sea por un voto, gana. Yo acepté esos resultados. Al estar habilitado el que resultó favorecido, no existe nada más que discutir. Será el candidato de unidad y trabajaré para su triunfo.
[email protected] / @GerardoBlyde