“Los Pitufos” regresan esta semana al cine, tras el éxito de la primera edición en 2011, para rescatar Pitufina de las garras del infame Gargamel en una aventura parisina.
“Los Pitufos 2”, que se estrena esta semana en Estados Unidos, Europa occidental y ciertos países latinoamericanos, reúnen como en su primera edición una mezcla de animación y realidad, que no se veía en Hollywood desde la famosa “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” (1988).
El primer capitulo de la historia, que actualizó a los pequeños hombres azules creados por Peyo, logró un gran éxito, recaudando 560 millones de dólares en todo el mundo, de ellos 142 en América del Norte.
La segunda entrega de lo que ahora se anuncia como una trilogía fue confiada de nuevo al realizador Raja Gosnell (“Scooby-Doo”, “Beverly Hills Chihuahua”).
“Pienso que nos sentimos más a gusto con esta película porque hemos visto cómo fue para la primera”, comenta el actor Neil Patrick Harris en Montreal durante el rodaje del filme, al que asistió la AFP.
“No sólo porque el filme ha sido un éxito sino porque nos enfrentamos a cosas invisibles que no existen en la realidad y hay que ver que es lo que eso da y cómo queda en pantalla”, prosigue el actor, uno de los amigos humanos de los Pitufos.
Todos los personajes de la cinta son actores de carne y hueso, incluido Gargamel que es interpretado por Hank Azaria, pero los Pitufos han sido animados por ordenador.
“Para la primera (película) todo sucedió deprisa. Esta vez estuve implicado desde el comienzo. He visto tres o cuatro versiones del guión, sabía dónde íbamos”, afirma Azaria.
Salvar a Pitufina
Tras las aventuras neoyorquinas de la primera parte, los Pitufos viajan a París para tratar de salvar a Pitufina, secuestrada por Gargamel.
El brujo creó criaturas muy similares a los Pitufos, los Malotes, pero para convertirlos en auténticos hombres azules y recuperar sus poderes mágicos necesita de una fórmula secreta que sólo tiene la pequeña pitufa.
Algunas escenas exteriores fueron rodadas en París, otras fueron grabadas en el viejo Montreal, cuyo centro se parece a los de muchas ciudades históricas europeas, y los interiores fueron reconstruidos en la ciudad del cine, en un barrio de la metrópolis quebequense.
El día del rodaje, Azaria graba una escena de cólera. El actor, que se asemeja al infame brujo, confiesa llevar un poco mal tanto maquillaje.
“Donde tengo realmente la impresión de merecer mi sueldo es en la silla de la maquilladora cada mañana”, afirma. “Se ha convertido en una ciencia, lleva todos los días alrededor de dos horas. La prótesis (de la nariz) no es lo más molesto. Es tan ligera que apenas se puede sentir. Pero los cabellos y las cejas comienzan a picar al cabo de dos horas y no me puedo rascar”, apunta.
Tras una serie de tomas en las que ensaya diferentes tonos, del más contenido al más desmelenado, el actor confiesa no tener ya miedo a sobreactuar.
“Tengo la sensación de saber cómo interpretar a este personaje. Es como tocar un instrumento, cuanto más prácticas, mejor lo haces”, explicó. “En la primera película, lo quise hacer relajado. (…) Pero enseguida me di cuenta de que es mejor hacerlo en crescendo. No puedes nunca sobreactuar con un personaje así”, concluye. AFP