Muchos chinos se someten a dolorosas sesiones de picaduras de abejas en la creencia de que curan o previenen enfermedades como la artrosis o el cáncer, pero los especialistas occidentales lo niegan.
Wang Menglin, acupuntor que ha hecho de las abejas una especialidad, ha sometido en su clínica pequinesa a más de 27.000 pacientes a esta terapia en la que cada sesión puede implicar docenas de dolorosas picaduras.
“Agarramos la abeja entre los dedos, la apretamos contra un punto del cuerpo y le presionamos la cabeza hasta que saca el aguijón”, explica Wang en su consultorio situado en las afueras de la capital china.
Las abejas que utiliza, que mueren después de haber picado al paciente, pertenecen a una variedad importada de Italia, explica.
Además de las técnicas de desensibilización para prevenir reacciones alérgicas a las propias picaduras, no existe ninguna prueba médica formal sobre la eficacia del veneno de estos insectos.
Para Wang Menglin, se trata de un método tradicional con efectos bien reales. “Hemos tratado pacientes con enfermedades que van de la artritis al cáncer con resultados positivos”, asegura.
Las picaduras de abeja sirven, según él, para curar la “mayoría de las enfermedades comunes que afectan a los miembros inferiores” del cuerpo, aunque también a título preventivo.
El portal científico estadounidense sciencebasedmedicine.org no duda en calificar de “charlatanismo” este tratamiento que se presenta como una panacea, recordando que “ninguna demostración científica justifica el uso” de la “apiterapia”.
Pero los pacientes de Wang Menglin creen a pies juntillas en el tratamiento.
Uno de ellos asegura que los médicos le habían diagnosticado un cáncer de pulmón y un tumor cerebral y le habían dado un año de vida, pero su esperanza de vida se duplicó gracias a las abejas.
“Desde el año pasado hasta ahora, creo que (mi cuerpo) ha mejorado considerablemente”, declaró a la AFP.
Los expertos de la American Cancer Society, una organización especializada en la lucha contra el cáncer, son meridianos: “No existe ningún estudio clínico sobre humanos que muestre eficacia alguna del veneno de las abejas o de otros productos de la colmena para curar o prevenir el cáncer”, asegura.
“Confiar en este único tipo de tratamiento y evitar o atrasar cuidados médicos convencionales puede tener consecuencias muy serias para la salud”, advierte un artículo en la página web de la institución.
Según el mismo portal, hay referencias coránicas a las propiedades medicinales de las secreciones de abeja y hasta el propio emperador Carlomagno (742-814) se habría beneficiado de curas de picaduras.
En los países occidentales también se ha usado el veneno de la abeja para los pacientes que sufren esclerosis en placas, una enfermedad neurológica crónica que ataca al sistema nervioso central.
Pero la National Multiple Sclerosis Society, una organización estadounidense que ayuda a las personas que sufren esta enfermedad, advierte de que “pese a viejas afirmaciones sobre los beneficios del veneno de abeja, un estudio de 24 semanas no ha mostrado ninguna regresión de la enfermedad, de la parálisis o del cansancio (de los pacientes) ni ninguna mejora del bienestar”.
El veneno de abeja es uno de los numerosos productos de origen animal o vegetal utilizados en la medicina china tradicional, que está acusada de incrementar la presión sobre especies amenazadas.
La medicina tradicional es una parte importante del sistema sanitario del país. Muchos pacientes no pueden pagarse medicamentos convencionales.
Disponible en la mayoría de los hospitales y la favorita de las personas de edad, la medicina tradicional constituye en sí una verdadera industria, que sigue siendo objeto de inversiones importantes y cuenta con el apoyo del gobierno central.
Un sector lucrativo para las empresas especializadas y los practicantes. En 2012, el sector movió 516.000 millones de yuanes (63.000 millones de euros), un 31% del total de la producción médica en el país, según la oficina nacional de estadísticas. AFP