En poco más de cien días de gobierno, el equipo de Nicolás Maduro se las ha ingeniado, con unos controles disfrazados de subastas, para disparar el precio de la divisa estadounidense a precios inalcanzables en el mercado paralelo, que es el único que puede aliviar a los importadores, el comercio y los ciudadanos necesitados de algún un bien, incluso de primera necesidad, que no se consiguen en Venezuela.
La escasez de alimentos, medicinas, papel (higiénico, resmas para oficinas, para publicaciones, etc), además de la crisis hospitalaria y los cierres de progresivos de servicios de salud en centros privados, será cada vez peor y aunque la población se encuentra desmovilizada, en una aparente resignación, el disgusto por el rumbo que Maduro le está dando al país es demasiado grande. En cualquier momento saltara la chispa que incendiará la pradera, como ha sucedido en otros países, por mucho menos de lo que sucede en Venezuela. Hay que recordar que hace pocas semanas, unpaís que se presenta como modelo de progreso económico y social como Brasil, por un pequeño aumento en el valor del pasaje de autobús se desataron grandes protestas, con hechos violentos, que movilizaron multitudes, que salieron a las calles sin líderes identificables, ni una agenda, pero unidas por un sentimiento común de gran insatisfacción. En Venezuela como no existe crecimiento económico, oportunidades de empleo, hay una permanente devaluación de la moneda, escasez e inflación -solo en alimentos supera 70%-, las expectativas de mejorar la calidad de vida se ven frustradas. La gente está preocupada por el futuro, la mayoría de las encuestas revelan que el venezolano piensa que las cosas van a empeorar más de lo que están.
Es tal el drama en la clase media, que muchos han tenido que retirar las pólizas médicas o de automóviles porque no consiguen como pagar las mensualidades sin tener que reducir el pan de la boca a sus hijos. La familia venezolana vive día a día el drama de subsistir y de salvar la vida, de manos de la delincuencia, cada vez más desenfrenada y a prueba de planes gubernamentales como el de Patria Segura. En ese contexto, ¿cuáles son las perspectivas que le esperan a los jóvenes en un país plagado de calamidades públicas, sin oportunidad de trabajo, ni poder disfrutar de la vida a la que tienen derecho, sin esa terrible “sensación” de inseguridad?.
La paciencia tiene un límite y los responsables de la destrucción de nuestras industrias básicas, del saqueo a la nación, que han hecho posible ésta situación de agobio, no podrán distraernos con poderes especiales para perseguir una corrupción auspiciada y protagonizada desde el alto poder. La oposición no puede perder la oportunidad de debatir sobre la corrupción con Nicolás Maduro, porque de la apropiación de los dineros públicos solo puede dar cuenta el gobierno.
Con el debate sabríamos cómo surgió la llamada “boliburguesía”, por qué se han negado a investigar el hallazgo de miles de toneladas de alimentos descompuestos en Pdval o los que se registran en Cadivi, la industria petrolera y en la eléctrica, por citar algunos casos. La falsa campaña anticorrupción de Maduro no es más que un trapo rojo para desviar la descomunal crisis económica, que será el detonante para desalojar a Maduro definitivamente del poder.