Un reciente estudio de la encuestadora venezolana IVAD-SEIJAS ha causado mucho revuelo. Da cuenta de la profunda crisis económica que vive nuestra país, y señala al actual gobierno como el responsable de los increíbles niveles de inflación que han bombardeado nuestra economía. De las actuaciones del Banco Central de Venezuela se puede inferir, que no le auguramos mucho futuro a nuestra enfriada y desestimulada actividad económica. No sólo no habrá correcciones ni se procurará sacarla del marasmo donde la ha ubicado la conducción gubernamental, sino que por el contrario, se acentuará la acción represiva contra el crecimiento económico en la convicción de que así se acabará la inflación. De esta manera pareciera quedar claro que la cacareada -reactivación- de la economía, no pasa de ser un slogan publicitario desprovisto de toda sinceridad anímica. Ciertamente hemos escuchado a economistas, empresarios, banqueros, trabajadores y a casi todo el mundo, que la única manera probada de combatir la inflación es la producción porque la inflación y la carestía de la vida son resultado de diferencias entre los bienes y servicios disponibles y la masa monetaria que se dirige a su adquisición. Es obvio que la inflación y la especulación encuentran sus raíces más hondas en el desabastecimiento, porque la pérdida del valor adquisitivo de la moneda, del desmejoramiento en la calidad de los productos, de la poca o nula productividad de las empresas, es al final un problema de producción, de ausencia de competencia, de inexistencia de abundancia de productos que conduzca al mejoramiento de la seguridad jurídica y de mayor eficacia administrativa, de normas de productividad en los productores. De lo que no hay duda entonces, es que tenemos que ver como producimos más, como aumentamos lo poco que se produce, que es por cierto la antítesis de la política gubernamental en esta materia, lo que sustenta nuestra poca esperanza en que bajen con paños de agua caliente los galopantes niveles de inflación actuales.
Los responsables de la política económica del gobierno han venido aludiendo y demostrando con hechos concretos, una conducta orientada a provocar una recesión provocada de nuestra economía interna, al no ofrecer garantías ni acceso a las divisas para las importaciones necesarias. Lo grave de todo esto es que no se vislumbran variantes que devuelvan a los venezolanos la confianza, el ánimo de emprender negocios, de crear industrias, de formular proyectos, de trabajar con dinamismo. Por el contrario, todo es precisamente lo que han perdido en este tiempo en el gobierno, y cuya desaparición constituye su obra de gobierno. Lo realmente desolador es lo referente a las perspectivas de nuestra economía es que continuamos sin rumbos y sin metas. Cuando veamos las cifras de la inflación anualizada que nos espera a finales de año, no nos sorprenderá observar que seguimos mal, porque el gobierno sigue desestimulando, golpeando, desbaratando el futuro e hipotecando nuestras riquezas. Ninguna economía puede conducirse sólo con principios técnicos alejados de las particularidades específicas, no podemos enmarcar todo en patrones estéreos en muchos casos obsoletos y anacrónicos.