Hugo Chávez dejó como herencia a su sucesor Maduro, una economía en bancarrota, destruida en su capacidad productiva y altamente comprometida en su patrimonio. Los cambios estructurales necesarios pretendió impulsarlos por un camino históricamente fracasado: el estatismo marxista comunista, con el nombre vernáculo de socialismo del siglo XXI.
Así, apelando a la fuerza, el régimen tiene el monopolio de 21 actividades económicas, manejadas por “gerentes” públicos que dejan mucho que desear. Los resultados de su gestión saltan a la vista. Las empresas básicas trabajan solo al 30 por ciento de su capacidad. En PDVSA cada trabajador hoy produce un tercio de lo que producía en 1998. Estamos importando gasolina a precios internacionales, pero la vendemos internamente más barata que el agua embotellada. La fábrica nacional de cemento tiene tres años perdiendo. Lo mismo ocurre con las empresas públicas de vidrio y papel.
La importación de productos para la alimentación creció el 58 por ciento, en contraste con la producción de las empresas publicas del ramo que la han disminuido. Lácteos Los Andes está quebrada y sus trabajadores se quejan de las condiciones infrahumanas de trabajo. Las empresas públicas de comercialización de alimentos operan en forma subsidiada.
Habría entonces que preguntarse: ¿Por qué países latinoamericanos sin nuestros privilegiados ingresos han logrado avances en la distribución del ingreso, diminución de la pobreza o incremento del consumo, sin sufrir distorsiones en su aparato productivo y en el valor de su moneda como en nuestro caso? ¿Por qué el salario mínimo ha subido solo 280 por ciento desde el 2000, mientras los precios lo han hecho en dos mil 158 por ciento? ¿Por qué en el año 2000 el 10 por ciento más rico tenía un ingreso 20 veces mayor que el 10 por ciento más pobre y hoy ha subido a 33 veces? ¿Quiénes son esos nuevos ricos si el régimen ha destruido a la oligarquía tradicional? ¿Por qué el índice de desarrollo humano en Venezuela ha descendido desde 0,77 a 074 y tenemos por delante a Chile, Argentina, Uruguay, Panamá, México y Costa Rica?
Es evidente, que la causa de todo esto se encuentra en un “modo de relaciones sociales de producción” ahistórico, fundamentado en premisas económicas superadas, que se nos pretende imponer a la fuerza: el socialismo marxista comunista. Por esa razón es risible ver en algunos bienes un corazón con una estrella china que dice: “Hecho en socialismo”, cuando en realidad debería decir “Deshecho en socialismo”
Publicado originalmente en el diario La Verdad (Maracaibo)