A mi juicio, cuatro poderosos factores conspiran contra esa posibilidad. El primero es la falta de integralidad de la propuesta para salir de la crisis. No basta con que el ministro de finanzas tenga una cierta idea de lo que hay que hacer en algunas áreas de la economía. No basta con que abra de vez en cuando el chorro de las divisas, de forma epiléptica e impredecible. Necesitaría una enorme claridad conceptual y estratégica que no se ha visto por ninguna parte. Necesitaría de una coherencia que luce hoy más escasa que la leche y el papel sanitario en los supermercados.
En segundo lugar, si es que el ministro de finanzas avizora una estrategia integral para sacar al país adelante y que todavía no le ha comunicado al país, es obvio que tal estrategia no es compartida por la mayoría del gobierno. Allí están, por ejemplo, los ministros de planificación e industrias que solo validan continuamente lo que el régimen ha hecho hasta ahora y más bien plantean la necesidad de “profundizar la revolución”. Creen que las políticas han fallado no porque sean incorrectas, sino porque no se han implementado a plenitud. Hay inflación, dice el flamante presidente de Indepabis, porque los controles no son todo lo rigurosos que deberían ser. Tercero, si es que el gobierno entero estuviera identificado con una viraje coherente e integral de estrategia y política económica, incluido su cabeza, les falta el liderazgo para plantear algo radicalmente distinto a lo que han venido haciendo y a lo que sus bases de apoyo político entienden es el contenido de la revolución que proclaman. Cuarto, aun si tuvieran todo lo anterior, no cuentan con los equipos para adelantar las reformas necesarias. Para ejecutar adecuadamente una nueva política económica se requiere de algo más que un buen diseño. Se requiere de una burocracia preparada, de equipos competentes e identificados con las políticas que van a implementar.
Lo que veremos en los próximos meses es un gobierno crecientemente confundido, incoherente, acentuando las marchas y contramarchas. Un gobierno borracho que camina tambaleándose. El termómetro de esa incapacidad es el dólar paralelo. Este, más que indicar la relación de cambio de dólares a bolívares, indica el grado de confusión, incompetencia e incoherencia del gobierno. Por ello, en ese mercado, la lechuga verde no hace sino subir.
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