Chile conmemora este lunes 40 años de la extraña muerte del Nobel de Literatura Pablo Neruda, con sus restos exhumados y un proceso judicial en marcha para averiguar si fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet.
Neruda, quien además de poeta fue diplomático y senador por el Partido Comunista, murió en 1973, doce días después del golpe de estado que derrocó a su amigo, el presidente socialista Salvador Allende.
El acta de defunción establece un agravamiento del cáncer de próstata que Neruda padecía como la causa de su muerte.
Pero el pasado mes de abril, sus restos fueron exhumados para esclarecer si fue asesinado con una misteriosa inyección inoculada en la misma clínica en que fuera asesinado años después el ex presidente Eduardo Frei, como denuncia su exchófer, Manuel Araya.
Al día siguiente de su muerte, Neruda debía emprender un viaje a México, donde pretendía exiliarse y movilizar a la oposición de Augusto Pinochet.
Según Araya, la tarde del 23 de septiembre de 1973, Neruda, quien hasta ese momento se encontraba lúcido y estable, les dijo a él y a su esposa Matilde Urrutia que un médico le había inoculado una inyección que había empeorado su estado.
El chófer fue enviado por otro médico a buscar un medicamento, y en el camino fue detenido y torturado por agentes de la dictadura, que lo interrogaron por sus nexos con el Partido Comunista y lo dejaron preso en el Estadio Nacional, junto a otros miles de detenidos.
Casi seis horas después, el poeta falleció en la Clínica Santa María, donde había sido trasladado por razones de seguridad, según Araya.
Este aniversario “lo vivimos con mucha tensión. Estamos muy atentos a los resultados de los exámenes toxicológicos”, dijo a la AFP Rodolfo Reyes, sobrino de Neruda, y abogado querellante en el caso.
Los restos del poeta fueron enviados para ser analizados tanto al Servicio Médico Legal de Chile, como a la Universidad de Murcia (España) y a la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos).
De momento, han confirmado que Neruda padecía un cáncer de próstata en el momento de su muerte, pero aún se esperan los resultados de los análisis toxicológicos.
“Todos queremos saber de qué murió”, afirmó Reyes.
El fantasma de las armas químicas
Otros casos han reforzado las sospechas. En la misma clínica en la que murió Neruda pero nueve años después, falleció el expresidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970) a causa de la “introducción paulatina de sustancias tóxicas”, según ha determinado la justicia en un caso que sigue abierto.
Frei, que en ese entonces se perfilaba como uno de los mayores opositores a Pinochet, ingresó a la clínica Santa María para tratarse de una hernia mediante una cirugía menor, y murió sorpresivamente poco después a causa de una septicemia.
El juez que investiga el caso de Neruda, Mario Carroza, decidió interrogar a los médicos acusados por la muerte de Frei, y a su vez, sigue en la búsqueda del supuesto médico que le aplicó la inyección al poeta, un doctor de apellido Price, cuya identificación no corresponde a ningún individuo registrado en Chile, según la investigación.
“Hemos tenido poca colaboración de la Clínica Santa María. Hay personas que saben y no dicen”, dijo a la AFP el sobrino de Neruda, quien criticó la “falta de colaboración e interés” en el caso por parte de la Fundación Pablo Neruda -que gestiona su legado- y del gobierno.
Los servicios secretos de la dictadura de Pinochet (1973-1990) desarrollaron armas químicas como sarín, soman y tabun, para usar contra países enemigos y opositores.
La dictadura brasileña proveyó a la chilena entre los años 70 y 80 de neurotoxina butolínica, una potente arma química que provoca la muerte por asfixia. Restos de esta sustancia fueron encontrados en el Instituto de Salud Pública chileno cinco años atrás, según su entonces directora Ingrid Heitmann.
Chile investiga aún el alcance de este tipo de armas en los 3.200 muertos que dejó la dictadura. AFP