Si hiciéramos un retrato robot de una célula cancerígena metastásica, es decir, de una célula que se ha diseminado de su lugar de origen a otras partes del cuerpo donde puede dar lugar a un nuevo tumor, su rasgo más distintivo sería su habilidad para atravesar las paredes de los vasos sanguíneos. Científicos de la Universidad de Zúrich demostraron que, al menos en parte, semejante “superpoder” es conferido por una proteína denominada CCL2. Esta engaña y manipula a los receptores o porteros moleculares del endotelio –tejido que recubre el interior de arterias, venas y capilares– para que abran sus puertas hacia la sangre. Los niveles elevados de la quimiocina CCL2 son característicos, sobre todo, de las metástasis surgidas a partir de los cánceres de mama, próstata e intestino.
Además, investigadores de la Universidad de Arizona han llegado a la conclusión de que las células invasoras cuentan con unas estructuras llamadas invadopodios, especie de protuberancias o pies que les permiten pasar de un órgano a otro abriendo brechas en los tejidos. Es como si montaran una tienda de campaña: tras proyectar una porción de su rígido andamiaje interno hacia la membrana celular, extienden una protuberancia larga y delgada hacia la matriz extracelular –el medio en el que están inmersas las células– que les ayudaría a desplazarse.
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