Han sido días muy amargos. Una explosión causada por la manipulación errada de los “especialistas” en suministro de gas incendió mi casa.
Donde otrora hubo verdor, color y luz ahora predomina la ceniza, la mancha y la oscuridad. Los estragos, la pestilencia y la calcinación circundan, como si por mi casa se hubiese asomado el chavismo.
Mis hijos y yo estamos aturdidos, pero vivos. No sabíamos apagar el fuego. El agua aviva las llamaradas, las ensancha. Fue francamente pavoroso. Un estrépito. Un vértigo de aullidos y llanto.
Llanero, nuestro gigantesco mastín español, nos deslumbró, se convirtió en una hoguera movediza. Sudada flamas, ardía. Aterrador, tristísimo. Mientras yo inventaba fórmulas para impedir que el incendió hiciera estallar la cocina, mi hijo Leonardo, poniendo en riesgo su propia integridad física, se abalanzó sobre él y logró sofocar esa fogata viviente, esa lumbre y sus roncos alaridos. El agua funcionó en este caso, pero más funcionó el amor y la valentía. Recuerdo aún con lágrimas ese momento de heroicidad efímera.
Por tranquilidad emocional y para conversar en equilibrio mi espíritu, he decidido considerar el hecho como un accidente, una mala práctica o, en el peor de los casos, una agresión culposa causada por la errada manipulación de los “especialistas” del gas.
Sin embargo, lo confieso, no puedo lograr liberarme de la duda, tantas amenazas en las últimas semanas, algunas de ellas arteras y sutiles (que son las más peligrosas), me empujan a las ascuas de la incertidumbre.
¿La llama del totalitarismo se habrá encendido?
Venezuela bajo sospecha
La Procuraduría General de la República (PGR) mexicana no descarta ninguna hipótesis. Según me mencionan, conocen a ciencia cierta -la han sufrido y sangrado- la estrecha vinculación entre los carteles de las drogas en México y el narcoestado venezolano.
Me hablan del “Cartel de los Soles” con aterradora minuciosidad. Conocen los nombres de los militares del alto gobierno venezolano que son acusados por narcotráfico y perseguidos por el gobierno de los Estados Unidos. Pienso: mientras en el mundo hay avisos que los muestran como narcotraficantes en Venezuela son gobernadores, ministros, jefes de la Guardia Nacional y del Ejercito.
Los policías me hablan además de otra extirpe de bandoleros venezolanos que hacen vida en México. Se trata de una red criminal de “revolucionarios” que se dedica a cometer fraudes electrónicos en el sistema financiero, los sofisticados azotes en la clonación de tarjetas de crédito y en la usurpación de cuentas bancarias mediante internet. Los llaman los “especialistas”.
Por último, me explican también que la alianza entre el narcotráfico mexicano y el narcoestado venezolano (así mismo) financia el “socialismo del siglo XXI” en México, que no son otra cosa sino perturbadores de oficio, el lumpen sedicioso y vil que todo corrompe en esta sociedad (la mexicana) que quiere paz y desarrollo. Involucran al Embajador de Venezuela con esto.
“Aquí en México, Venezuela está bajo sospecha, todos los venezolanos son sospechosos. Así que cualquier hipótesis en su caso es posible”, me dicen con sorna policiaca.
Aunque les insisto en que para mí la explosión fue un acto culposo no alevoso, sólo acierto señalar ante tan denigrante señalamiento: “No todos los venezolanos son sospechosos, hermano, son los chavistas y su podredumbre -que todo quema- los que tienen que tener bajo sospecha…”
El piano como un grito
En medio de mi conmoción personal y todavía aturdido por las dudas sobre la explosión en mi casa, me entero del incidente de mi admirada Gabriela Montero en su presentación en Paraná Brasil.
Gabriela es la pianista clásica más laureada y portentosa de la historia de Venezuela y probablemente de Latinoamérica. Inmortal por sus mundialmente aplaudidas improvisaciones y célebre por el amplísimo repertorio clásico que puede interpretar con pasión y rigor insospechados (la consentida de Alemania, la llaman algunos críticos), Gabriela compartió con el violonchelista Yo-Yo Ma el escenario musical que le dio la bienvenida al primer Presidente negro de la historia de los Estados Unidos, Barack Obama, cuando fue juramentado ante el Capitolio.
Recientemente Gabriela compuso una sublime, pero en momentos turbadora e irrespirable pieza para piano y orquesta llamada Ex Patria. Una interpretación de la Venezuela que somos en estos días, a un tiempo excelsa y aterradora.
De una intensidad y vigor deslumbrantes, Ex Patria sintetiza la desgarradura venezolana de principios de siglo XXI. Nadie queda inmune después de escucharla, Gabriela nos eterniza como parte de la convulsión sociopolítica que somos, hace de nuestra asfixia una estética.
Antes de iniciar la interpretación de Ex Patria en Paraná, un sospechoso chavista la interrumpió e insultó frente al atónito público. Como buena venezolana que es, con esa inteligencia lúcida y combatiente tan reconocible en las mujeres vitales de nuestra cultura, Gabriela respondió al agresor con argumentos impecables, pero principal y especialmente con música.
Su piano fue el grito que encendió el Amazonas y elevó hasta la eternidad un instante de belleza y pasión infinitos. Como testigos de aquella experiencia imperecedera, el público aplaudió de pie durante inmensos y largos minutos; el público y la orquesta. Mientras tanto el chavista quedó apocado ante el bello grito del piano.
La Venezuela creadora, sublime y memorable, libre de sospecha chavista, se impuso.
Llamé a Gabriela para apoyarla después de lo acontecido en Brasil, a su vez me comentó que se había enterado de la explosión en mi casa en México.
Lloramos juntos al teléfono, nos abrazamos fraternalmente y consolamos nuestra angustia con ese cariño inmaculado, lleno de visión y esperanza, que sentimos los venezolanos que nos sentimos abochornados por esa sospecha corrupta y narcotraficante que es el chavismo.
Cerramos la conversación prometiéndonos el uno al otro seguir luchando, no flaquear, persistir hasta que la libertad y la paz no sean un grito desesperado, sino una excelsa melodía que perennice, reinventándola, a nuestra Patria.
Claro, en ese colosal esfuerzo, Gabriela es la Maestra y yo su humilde aprendiz.
Seguimos…
@tovarr