Juana sale de cacería muy temprano, su presa son los camiones que abastecen a los principales negocios de la ciudad; sus instintos se han agudizado, guiada por su sexto sentido y su afinada mirada concluye: “si hay cola, es porque están vendiendo algo”. ¿Qué? No lo sabe, ese algo puede ser pollo, leche, margarina, harina o papel higiénico, productos de la cesta básica que no se consiguen en los supermercados ni en la red estatal de distribución de alimentos. Correo del Caroní Jhoalys Siveiro.
Hace su primera parada en Farmatodo, ya tiene rastreado al camión porque sabe que ese día despacha, y ciertamente hay una pequeña cola de no más de 10 personas… excelente oportunidad. El condicionamiento clásico no la engañó: ciertamente vendían papel higiénico; un paquete de ocho unidades por persona. Y se metió en su cola. Su esposo, que la acompañaba, hizo lo mismo, ya hasta es costumbre -y ley de familia- que todos “colaboren”.
Siguiente parada: un supermercado chino, que aunque la venta no sea precisamente regulada, hay algo importante: está el producto. Se cala otra cola para comprar dos paquetes de harina y azúcar. La odisea no termina allí, su última parada del día la hace en un Santo Tomé; por lo menos dos horas para tan sólo comprar dos potes de margarina.
Y, aunque pasó toda la mañana haciendo mercado, todavía le falta comprar aceite, mayonesa, pollo y… otras diligencias pendientes. Al menos su presupuesto de compra estuvo al margen de lo que previó gastar.
“Mil bolívares en tres cositas”
El testimonio de Jesús es diferente. Él y su esposa se reparten las tareas de compra; aunque tienen también una premisa: el que primero vea el producto lo compra. En vista de que los anaqueles de los supermercados están casi vacíos, o por lo menos no hay lo que buscan, no les queda de otra que irse al mercado informal.
En una misma mañana recorrió desde Vista al Sol hasta el Mercado Municipal de San Félix para poder conseguir lo que de momento necesitaba: papel higiénico, queso, pescado y margarina. ¿Cuánto suele gastar? “Mil bolívares en tres cositas”, pues la inflación también hace de las suyas con los compradores.
Los vendedores informales también se defienden. “La culpa no es de nosotros, sino de los mayoristas que nos venden caro, y no podemos vender al mismo precio que compramos”, dice una de las buhoneras.
Los mayoristas venden una paca de 12 latas de leche de un kilo a 1.500 bolívares.
¿Que si la gente está dispuesta a comprar con sobreprecio? Sí, la misma vendedora afirma que como no consiguen los alimentos de la cesta, no les queda de otra que gastar más dinero.
Mientras la buhonera explicaba la transacción consabida por el Indepabis y los ministerios para la Alimentación y para el Comercio, un señor se acercó a preguntar por la lata de leche.
– ¿Cuánto cuesta?
– 130 bolívares.
– Dame dos.
En menos de cinco minutos gastó 295 bolívares en dos latas de leche de un kilogramo y una margarina.
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