Desde que Nicolás asumió la conducción del proceso ha intentado de forma trágica imitar a padre político. Cuando intento usar una frase bíblica le salió penes en lugar de panes. Tratando de parecer un matemático incluyente y sin atisbos de homofobia acuñó una nueva y audaz definición de cantidad: millones y millonas y ante la Asamblea Nacional, como una forma de lucirse sorprendió a propios y extraños (particularmente a Cabello, amigo de Barroso) al usar el término de cavidismo para referirse al arma secreta de la oligarquía en la guerra económica contra la revolución.
Si señores, Maduro se presentó en el estrado de la Asamblea, leyendo despacito para no equivocarse o para que su rostro no demostrará la sorpresa ante la cantidad de términos rebuscados que iban y venían desde el pensamiento de Adan Smith, pasando por Marx, Antony Guiddens y Cerezole. Una mezcolanza para construir una jaula atrapa bobos cuyo fin último era atacar a sus enemigos internos con la excusa de la lucha contra la corrupción al tiempo que evadía la responsabilidad del gobierno en la situación económica achacándosela a los agentes del imperio que viajan al exterior a raspar su tarjeta.
Maduro esconde que los “cupos” de Cadivi a cuyo acceso todos los venezolanos tenemos derecho, porque los pagamos con bolívares representan apenas el 10 por ciento de lo liquidado. Además omite la denuncia de Giordani que acusó a las empresas de maletín, presumimos que rojas, por lo difícil que es acceder a los dólares, de robarse 20 mil millones de dólares. Tampoco dice que cada día el porcentaje de importaciones que realiza el sector público o particulares, rojos, para el sector público aumenta en detrimento del sector privado.
La humillación a la cual quieren someter a todas las personas que viajamos al exterior, bajo la sospecha de que vamos a “robarnos los dólares del PSUV” es inaceptable, discriminatoria y primitiva. El derecho según Maduro se salta a la torera el precepto constitucional según el ciudadano es inocnte hasta que se demuestre lo contrario y lo sustituye por el axioma de que todos son culpables hasta que demuestren que son inocentes.
El cadivismo expiatorio es un intento desesperado por hacer eficaz el concepto de que votando el sofá se resuelvo de plano el problema de la infidelidad. Maduro, Rodríguez y los hacedores de políticas públicas a lo cubano creen que persiguiendo al ciudadano desaparecerán el mercado, la economía y la iniciativa individual. Será inútil, por más que sometan a los viajeros y los traten como presos, no como privados de libertad, el cuero seco de la economía no se someterá a los anhelos de control de la burocracia. La realidad es bastante más compleja, aún cuando ellos no lo entiendan.
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