Hay tantos temas para escribir sobre la tragedia nacional que cuesta hacerlo con algo de originalidad. Diagnósticos van y vienen, chismes y predicciones copan todos los ambientes. Hasta apuestas se hacen sobre el tiempo de duración del ilegítimo en la Presidencia. ¿Golpe o autogolpe? Malestar en los cuarteles y ruido de sables, repiten los “entendidos” antes de preguntar ¿Cuánto más durará esto? En fin, todo envuelto en una onda de cautela que esconde el temor a la represión porque “estamos rodeados de sapos. Todo está infiltrado” El clima no es de democracia sino de dictadura, así ésta tenga características propias del siglo XXI.
La creación del Centro de Estudios para la Seguridad y Protección de la Patria, CESPPA, bajo dirección militar, enciende una alarma más con relación a un futuro inmediato visto desde el presente. La estructura es propia del anacronismo castro-comunista. Peligroso instrumento a la orden de fanatizados e incompetentes gobernantes. Si sumamos los capítulos que rodean la comedia Habilitante, es obligatorio recordar lo más importante.
“Artículo 333. Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella.
En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”.
“Artículo 350. El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”.
El mandato constitucional es claro. También los principios y valores de la democracia, así como los derechos humanos tutelados. La realidad nacional está a la vista. El pueblo tiene la palabra.