La sistemática e incisiva propaganda política oficialista, busca deshumanizar e insensibilizar a la población. Su propósito es imponer sus políticas excluyentes, segregacionistas y difamatorias. Nótese que después, de apodar a opositores con adjetivos denigrantes, ahora los acusa de saboteadores, de estar organizando un golpe de Estado y de ser los causantes de la actual crisis económica. Y para contrarrestar sus “efectos”, el presidente Maduro busca la Ley Habilitante y pone en funcionamiento al Centro Estratégico de Seguridad de la Patria (Cesppa), pero aunque ahora, le hayan “anulado” la figura de “actividad enemiga interna o externa”, su Dirección Político-Militar mantiene técnicas de condicionamiento de conducta y ribetes de represión.
Pero a pesar de la censura, la represión o la compra de los medios de comunicación privados por parte del gobierno rojo, los venezolanos saben que la guerra económica la empezó la revolución cuando expropió, invadió y llevó al fracaso a la empresa privada y a los productores del campo. Pues, entre su intencional destrozo contra el aparato productivo y la impune corrupción gubernamental, ha quebrado a la economía y al bienestar social del pueblo venezolano.
Lo que mantiene en el poder a un sistema político es la eficiencia y nunca la represión. Un gobierno demagogo, que apuesta a la mendacidad para seguir en el poder, deja al descubierto de manera evidente, no sólo a su mentira; sino a su inconveniente debilidad. Ahora la revolución, construye como estratagema contra la supuesta “guerra económica”, un muro —tan inaceptable como el que levanta a orillas del Lago de Maracaibo—, que tiene como objetivo, desviar la atención y silenciar al pueblo. Pero para su desgracia, lo evidente, es inocultable.
Víctor Vielma Molina/Educador/ victormvielmam@gmail.com