No cabe duda, que el sueño de pobladores y autoridades de cualquier ciudad del mundo, está relacionado a la esperanza de ver convertido su territorio, su ciudad, su terruño, su patria chica, en referencia publica como un lugar de pujante desarrollo, de bienestar, de oportunidades, de alta calidad de vida, de seguridad, y de pacífica convivencia, entre otras cualidades.
La construcción de ciudades con características similares a las descritas anteriormente, se hace posible y están vinculadas, a procesos de desarrollo sostenible guiados por el uso de instrumentos de planificación para la toma de decisiones en aspectos tales como el ordenamiento del territorio, el uso de los suelos, el establecimiento de normas de construcción, el diseño e implementación de programas de inversión y financiamiento de obras y servicios, pero adicionalmente deben contar con un inquebrantable compromiso y voluntad política, entre otros de Alcaldes y Concejales, para lograr que este proceso transversal, cuente con la compresión de sus ciudadanos, el apoyo del sector privado y la participación activa de la comunidad científica y técnica.
Una ciudad en desarrollo es sumamente atractiva y en consecuencia expuesta a experimentar incremento en: la concentración de personas, actividades socio productivas, la demanda de servicios, el uso no autorizados del suelo, el desarrollo tecnológico, medios de transporte y vías de comunicación, así como requerimientos especiales para el transporte, almacenamiento y uso de sustancias y materiales peligrosos. Adicional a lo antes expuesto, se debe considerar la posibilidad de la construcción social del riesgo vinculada a la acción humana, y la aparición de mayores condiciones de vulnerabilidad ante la amenaza de terremotos, inundaciones, sequias, incendios y eventos climáticos extremos, que sin duda se convierten en obstáculo para el deseado desarrollo.
Es fundamental el que levantemos la mirada más allá de la capacidad o habilidad disponible a nivel local para responder y recuperarse luego de un desastre, y procuremos anticiparnos con políticas, planes y programas que preparen a las ciudades para lograr minimizar los efectos negativos a consecuencia de los eventos no deseados, es decir hacerlas ciudades más resilientes.
Si sabemos que a consecuencia de los desastres, se generan pérdida de vidas, quedan ciudadanos sin vivienda, comunidades sin agua o luz, hospitales fuera de servicio, niños sin clases, infraestructuras fundamentales destruidas, y se disminuyen el empleo; es bueno convencernos que, a mayor resiliencia, tendremos menor afectación y que dolor.
@Angelrangels