La directora venezolana Mariana Rondón, ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián por el filme “Pelo Malo” y participante del festival brasileño de Amazonas, afirma que el cine latinoamericano “está viviendo un instante muy alto de proyección y de calidad”, que “tiene que aprovechar”.
Rondón instó a los cineastas latinoamericanos a aprovechar la actual proyección para elevar la distribución de la producción regional, en una entrevista concedida a Efe con motivo de la presentación de su cinta en el Festival de Cine del Amazonas, que se celebra hasta el próximo miércoles en la ciudad brasileña de Manaos.
La directora aseguró que, al menos en el caso venezolano, la industria cinematográfica tiene posibilidades de crecer favorecida por una nueva legislación aprobada en su país.
Dicha ley, que obliga a mantener en pantalla durante dos semanas una película venezolana tras su estreno, favorece que “se produzca (la divulgación) el boca a boca”, apunta.
“Además, cada vez más público venezolano está viendo más películas y está siendo cada vez más exigente. Eso es muy interesante porque nos van a pedir -a los cineastas- muchas más cosas. Estamos ahora en ese tránsito que es un reto para nosotros”, destacó.
De acuerdo con Rondón, impulsada por esa demanda, “está apareciendo mucha variedad” en el cine venezolano y, por extensión, en el latinoamericano, con “películas que cada vez se parecen menos entre ellas y pueden dar más visiones. Todo tiene un hueco”, afirmó.
Con “Pelo Malo”, su tercer trabajo, Rondón ha conseguido abrirse camino fuera de su Venezuela natal.
Gracias en parte al espaldarazo que supuso hacerse con el premio más alto del Festival de San Sebastián, la cinta se proyectará en países de Europa y algunos de Iberoamérica, incluyendo Brasil.
El filme, además, recibió el pasado jueves el galardón a la mejor película caribeña del Festival de Cine Internacional de Puerto Rico “por la manera que muestra el racismo, la homofobia, la ignorancia y la esperanza de un futuro sin barreras a través de los ojos inocentes de un niño”, según el jurado.
La película, un trabajo “sobre el respeto al otro, sobre la intolerancia y sobre dejar que el otro coexista”, muestra el racismo y la homofobia en Venezuela a través de un muchacho obsesionado con alisarse el cabello para parecer un cantante famoso.
Las lecturas varían y la directora asegura haber encontrado diferentes respuestas del público en función del lugar donde el filme es exhibido. “En países donde el racismo es más fuerte”, la reacción de la audiencia suele ser más marcada, afirmó.
Esas reacciones tan dispares responden al “espacio bastante pensado para la mirada del espectador” que tiene el filme, un hueco que permite que la audiencia se comunique con lo que está pasando, agregó
Además, el filme cuenta con un trasfondo político, ya que, según la cineasta, “estamos en un terreno político y tanto el racismo como la homofobia son también discusiones políticas”.
“Siento que abrió un espacio para que se discutan todas esas cosas desde donde le importe más al espectador”, concluyó.
En la cinta destaca el personaje de la madre, interpretado por Samantha Castillo, una figura que llena la pantalla mientras intenta redirigir a su hijo.
El personaje “está muy herido, ha perdido a su marido y le toca luchar con todo. Le he cuidado mucho y no lo quiero juzgar ni hundir en la maldad”, dijo.
En su opinión, la madre refleja una faceta “matriarcal” presente en la sociedad venezolana, una mujer que tiene “una de las cargas más pesadas” para un ser humano: “cuidar y crear nuevos seres, sin recursos; no solo recursos económicos, sino intelectuales, de comprensión del universo”.
“Su acto de comprensión se convierte en un acto de castración, pero puede ocurrir en cualquier contexto”, concluye. EFE