Es baladí asumir que este mal puede abordarse con pañitos calientes, entendidos éstos como la expectativa que unos gobernantes obrarán distinto a los anteriores, simplemente porque sí. La naturaleza humana es lo que es, y pretender escenarios con seres especiales, capaces de resistir las tentaciones del poder omnímodo es pedirle peras al olmo.
Del laberinto maldito donde estamos atrapados, saldremos neutralizando al guardián de sus vías de escape, ese Minotauro monstruoso llamado Petroestado. Y para hacerlo, es vital que presionemos en debates públicos constantes sobre la importancia de tratar la enfermedad con soluciones estructurales y permanentes.
Los obstáculos son titánicos, ya que todo comienza con una cultura adulterada tatuando el alma nacional, postrándonos en el tercermundismo. Pero la existencia de períodos alentadores: 1492 a 1810; 1922 a 1973; 1990 a 1992; demuestra, aún con sus fallas corregibles y adecuación a las circunstancias históricas, que también en Venezuela esta enfermedad tiene tratamiento, porque a veces el huevo sí viene primero que la gallina.
Por eso es fundamental que desde el pináculo de la academia, comiencen a permear ideas que influyan a la sociedad y vayan preparando al enfermo para los cambios. Los atavismos psicológicos han de confrontarse con una estrategia didáctica, facilitando la aceptación de las ideas al vislumbrar sus bondades.
Aplicar la medicina exitosamente implica garantizar que, desde la primera cucharada, los venezolanos sintamos sus efectos positivos.
En próximos artículos seguiremos sobre este tema.
@jcsosazpurua / jcsa@petroleoyv.com