Rafael De León: ¡Yushchenko!…, ¡Yushchenko!

Rafael De León: ¡Yushchenko!…, ¡Yushchenko!

El gobierno está buscando frontalmente una confrontación civil. No sé, si la finalidad es crear un ambiente que le permita suspender las próximas elecciones decembrinas, o si ello se deberá a una “profundización” del modelo socialista por la fuerza, dada la poca popularidad que tiene Nicolás hasta en su casa, donde ni el perro lo debe respetar. El punto es que este sábado 16 de Noviembre, hay una concentración “autoconvocada” a través de las redes sociales y si bien es posible que no haya asistencia masiva, lo que está claro desde hace rato es que la gente comienza a creer cada vez más en la calle como una vía de salir de la crisis actual. Ante ello, creo conveniente traerles un relato no muy lejano, que les demostrará el poder que tiene la sociedad civil cuando toma su verdadero rol y hay organización. Le pido que Intente leer hasta el final, le juro que trataré de ser lo más breve posible:

En 2004, Ucrania se preparaba para su cuarta elección presidencial en la que participarían, por un lado, Viktor Yanukoych, el entonces primer ministro, panita de Vladímir Putin, ex convicto por violación, robo, asalto y además, acusado de tener lazos con la mafia –más que un ejemplo, un ejemplar pues-. Su adversario y líder de la oposición era Viktor Yushchenko, un ex gobernador de la provincia de Donetsk y ex presidente del Banco Central ucraniano cuya popularidad para mediados de ese año había venido creciendo exponencialmente debido a sus propuestas de cambio basadas en el libre mercado y otros ideales modernos. Su popularidad era tal, que una noche después una cena protocolar, comenzó a sentirse terriblemente mal y tuvo que ser trasladado de emergencia a un hospital en Viena. El diagnóstico se basó en el hallazgo de una sustancia llamada Dioxina, la cual habría sido injerida justo la noche de la comida. Yushchenko había sido envenenado por su adversario y, aunque logró sobrevivir, su cara quedó permanentemente desfigurada.

Esto, generó que la votación se llevara a cabo el 21 de noviembre de 2004 con una participación masiva del 77%. Fue un proceso manual, por lo que el resultado se anunciaría días después.





Pues bien, el mismo día de la elección, al tiempo de que la Comisión Nacional Electoral anunció que Yanukoych estaba ganando con un margen de tres puntos, los exit poll alertaban de una gran cantidad de irregularidades que durante la jornada tuvieron lugar y que quizá reconozca el lector: falsificación de papeletas; autobuses que trasladaban votantes de un centro a otro permitiéndoles votar más de una vez; personas que no se encontraban en las listas; escenarios de violencia generada como intimidación por parte de los seguidores de Yanukoych, etc.

En un momento determinado de la noche, Yulia Timoshenko, la más cercana aliada del candidato opositor, hizo un anuncio a los medios televisivos desmintiendo el dicho de la Comisión Nacional Electoral ucraniana, y aseguró que lo que estaba ocurriendo con el proceso de votación no era más que la perpetración de un fraude electoral que estaba por anunciarse. Por ello, convocaba para la mañana siguiente una concentración masiva en la Plaza de la Independencia de Kiev, capital de Ucrania, a objeto de defender los verdaderos resultados. El objetivo, era claramente generar un ambiente de presión que retardare la proclama de un victorioso, dando quizá tiempo para negociar.

Pues bien, el 22 de noviembre la Plaza de la Independencia amaneció repleta con miles de personas vestidas con abrigos de invierno portando pañuelos y banderas naranja –color distintivo de la campaña electoral de Yushchenko-. El discurso y petición a la población era claro, simple y concreto: había que quedarse en la plaza hasta que respetaran los resultados, ello sin importar el tremendo frío del invierno ex soviético y las obligaciones laborales. Cuando Timoshenko preguntó si esto podía lograrse, la respuesta de las miles de personas fue aún más clara, concreta y sobretodo expresada al unísono: “¡SI!”. “¡Ellos dirán¡” –les decía Yulia refiriéndose al gobierno-, “… dentro de dos o quizá tres días, muchos de ellos abandonarán la plaza, ¡pero esto no va a suceder!. ¡Cada día debemos tener más gente aquí, gente que no esté cansada para que puedan aguantar desde la mañana y puedan defender a Ucrania!”. Llegada la noche, la plaza seguía tan llena como en la mañana, y la gente no daba señal de quererse ir.

El movimiento iba en franco crecimiento y rápidamente los apersonados ya no eran miles, sino cientos de miles. Aún con la policía desplegada, se logró permanecer en las calles con una gran organización basada en tiendas de campaña, comida y demás enseres básicos que la propia gente proporcionaba. Muchos, por no decir todos, abandonaron la comodidad de sus hogares para unirse y permanecer firmes. Galpones, garajes y otros recintos eran dispuestos por la propia gente para albergar a los revolucionarios cuyas edades iban desde los quince o dieciséis años de edad, hasta los sesenta o setenta. “¡Yush-chen-ko!… ¡Yush-chen-ko!” era la consigna principal y era una consigna de paz. La gente, y esto quiero resaltarlo, actuó en todo momento de forma pacífica, con miedo, pero firme y decidida. Prontamente la consigna dejó de ser solo el nombre de un candidato, y pasó convertirse más bien en un grito de carácter. El pueblo estaba hablando, y lo estaba haciendo de forma clara.

Llego la noche del 24 de noviembre y la Comisión Nacional Electoral ucraniana anunció finalmente un ganador: Yanukoych era el presidente electo. Ante ello, Yushchenko pidió a sus seguidores permanecer en las calles para continuar presionando mientras se impugnaba la elección ante la Corte Suprema de Justicia, lo cual se hizo aportando miles de pruebas. En este punto, era vital no convertir la calle en un campo de guerra pero también era fundamental continuar firmes. La sociedad civil, había entendido claramente el papel que debía jugar. No correspondía a la gente tomar la justicia por sus manos y enfrentarse con piedras a las tropas desplegadas. El rol de la gente, era simplemente hacer respetar los resultados verdaderos.

La presión de la gente fue tal, que el 03 de diciembre la Corte anuló las elecciones y ordenó repetirlas el 26 de diciembre de ese año. Para el  20 de enero de 2005, los periódicos anunciaban como ganador a Viktor Yushchenko y, solo entonces, las tiendas de campaña fueron removidas de las calles y por fin los manifestantes volvieron a casa. El trabajo estaba hecho.

Este episodio es conocido como la “Revolución Naranja”, y no me interesa que se tome para hacer comparaciones. No veamos lo que aquí haría el gobierno ante una situación así, sino más bien lo que tendríamos que hacer nosotros. Lo que tenemos que aprender de esto en mi humilde opinión, es que la participación de la sociedad civil para salir de una crisis de este tipo es sencillamente vital. Por otro lado, si bien es cierto que hay que votar en diciembre, puede que también tengamos que salir a la calle. Si eso pasa querido compatriota y me toca caminar al lado de usted, tengamos claro cuál es nuestro papel y exijamos que los demás hagan el suyo.

“Llegar juntos es el principio. Mantenerse juntos, es el progreso. Trabajar juntos es el éxito”. Henry Ford.

 

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@RafaDeLeon