Tres satélites de la misión europea Swarm serán lanzados la semana próxima al espacio para estudiar el campo magnético terrestre, un fenómeno complejo y fluctuante que sigue conociéndose mal 2.000 años después de la invención de la brújula en China, incluyendo una misteriosa anomalía magnética sobre Brasil.
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Mientras que el campo de la gravedad es observable gracias a una simple manzana, “el campo magnético terrestre, por su parte, no se puede ver. Sin embargo está por todas partes y nos protege por ejemplo de los vientos solares” y sus partículas, explica Mioara Mandea, experta del CNES, la agencia espacial francesa asociada al proyecto Swarm.
La fuente principal del campo magnético de la Tierra está situada a unos 3.000 km bajo nuestros pies, en el núcleo de hierro y níquel que funciona como un dínamo gigante gracias a las corrientes que lo atraviesan.
Sin embargo, a ese magnetismo se suman otras fuentes mucho más débiles, como las piedras imanes de la corteza terrestre, así como fuentes externas como partes de la atmósfera excitadas por radiaciones provenientes del sol (ionosfera y magnetosfera), destaca Gauthier Hulot del Centro Nacional de Investigación Científica y el Instituto de Física del Globo de París.
“Se trata de un fenómeno muy complejo, que varía en el espacio y el tiempo. Se sabe que existen fuentes diferentes, pero en un punto dado de la superficie se mezcla todo”, resume Mandea.
Por esa razón, la Agencia Espacial Europea (ESA) eligió la misión Swarm (que significa enjambre, en inglés) una configuración innovadora: tres satélites estrictamente idénticos, con aires de nave de la Guerra de las Galaxias, diseñados para maniobras adaptadas a una órbita baja.
De 470 kg de peso cada uno, los tres satélites Swarm serán lanzados el viernes 22 de noviembre por un cohete Rockot desde la base Plessetsk, en Rusia.
Estos trillizos del espacio se desplazarán en trayectorias ligeramente diferentes (dos a 460 km inicialmente y el tercero a 530 km, al comienzo de su misión), lo cual permitirá separar las diferentes fuentes magnéticas y cartografiar en detalle sus variaciones, no solo en el espacio sino también en el tiempo.
Misteriosa anomalía en el Atlántico sur
Para garantizar una mayor precisión en las medidas efectuadas, los investigadores cuidaron especialmente la “limpieza magnética” de los satélites, privilegiando materiales lo más neutros posibles.
Los magnetómetros embarcados por Swarm serán además mantenidos a distancia del cuerpo de los satélites y de sus parásitos electromagnéticos, gracias a mástiles desplegables de cuatro metros de longitud, precisa Isabelle Fratter, que piloteó para el CNES el proyecto de magnetómetro “absoluto” ASM.
Este instrumento de precisión inigualable, concebido por el CEA Leti de Grenoble, mide la intensidad del campo magnético y permite calibrar periódicamente otros magnetómetros llamados “vectoriales” que miden la orientación del campo magnético en las tres direcciones.
Gracias a los datos recabados por Swarm durante por lo menos cuatro años, los científicos esperan poder comprender mejor la evolución del campo magnético, en particular la “anomalía del Atlántico Sur”: una zona situada a la altura de Brasil, donde el mismo es particularmente débil y está disminuyendo rápidamente por razones inexplicadas.
Al sobrevolar este “triángulo de las Bermudas” magnético en el que el escudo natural de la Tierra queda debilitado, los satélites pueden sufrir problemas, e incluso en la superficie se reciben más partículas provenientes del espacio.
“Comprender la evolución del campo magnético terrestre es comprender cómo predecir su evolución futura y hallar eventuales medidas de protección”, precisa Gauthier Hulot.
Los datos enviados por Swarm serán utilizados para mapas y modelos que alimentan numerosas aplicaciones de la vida cotidiana, como las cartas de navegación aérea o las brújulas de los smartphones, destaca el investigador.
Una cartografía que resulta muy importante, ya que la brújula no indica el norte geográfico sino el magnético, que se desplaza rápidamente.