Como si fueran dos opciones distintas el régimen le ofrece a los venezolanos que escojan entre el barullo y el desbarajuste. Nicolás lanza una moneda cuyas lados están constituidos ambos por cara, o por sello, para conminarnos a que elijamos entre lo mismo. Como si no hubiese más opciones que escoger, los ciudadanos de este país estamos siendo conducidos a un callejón sin salida, lo que podría propiciar escenarios impensables de gente desesperada que no ve aflojar el torniquete que le han colocado en la garganta. Jugar al todo o nada, no proponer escenarios de entendimiento que planteen el reconocimiento de ese sector de la sociedad que hoy es mayoría, alentar los saqueos, amedrentar con acciones más radicales, es haber cruzado una línea que nunca se atrevió a vulnerar el difunto y mire que éste instigó la invasión de terrenos, expropió y nunca pagó, fundos, fincas, terrenos urbanos, empresas privadas importantes como Agroisleña, edificios como La Francia, urbanismos como en El Encantado (que después de más de 2 años, nunca han terminado edificios que tenían un avance de obra de 85%).
Nadie en su sano juicio puede entender como un gobierno se sabotea así mismo, como puede jugar a la ingobernabilidad, como puede propiciar el caos. Uno supone que cuando una montonera, una fuerza guerrillera, un colectivo, generan conflictos y buscan alterar la paz social, están cumpliendo con el objetivo que los movió a agruparse; pero que un gobierno haga lo mismo, eso no lo entiende nadie. Claro que este es el único gobierno del mundo con guerrilla particular y colectivos a su servicio, pero es cierto también que estos grupos irregulares existen más para asustar a la gente sobre el desorden que se crearía en el país si estos factores anduvieran por su cuenta y no fueran controlados desde el gobierno, amén de que constituirían una vanguardia de defensa de la revolución en caso de que el régimen fuese atacado, que para que sean autónomos y busquen hacerse con el poder.
La crisis económica, ya insostenible, producto de que ya no importa que el barril se mantenga en US$ 100, sino que tendría que estar 30% más alto para poder cubrir el gasto público galopante que tiene el gobierno, aunado a las elecciones del 8 de diciembre, han hecho perder los cabales a la banda que nos gobierna y por ello, en busca de una popularidad que se les escapa a torrentes, acuden al expediente absurdo de estimular la anarquía, incitando a los saqueos. Sean o no, las grandes empresas de venta de electrodomésticos, propiedad disimulada de altos personeros del gobierno, y haya tenido acceso a dólares de Cadivi, lo cierto es que sus inventarios no se pudieron llenar de mercancía sólo con divisas preferenciales y es verdad que sus productos eran más económicos que los productos que se vendían en el comercio minorista, estas empresas prestaban un servicio público, empleaban una cantidad importante de personas cuyas familias dependían de ese ingreso y además pagaban impuestos.
Lo grave es que después de este ataque dirigido, el saqueo se ha generalizado hacia todos los comercios de electrodomésticos, afectando la existencia de miles de empresas medianas y pequeñas, que tienen pocas opciones de seguir con la marcha de sus negocios. El caos se puede atizar con relativa facilidad si se es gobierno, pero luego es muy difícil atajarlo porque se h creado una especie de derecho de toma, que basado en una supuesta especulación, el comerciante debe ser castigado y sus productos vendidos por debajo del precio de costo. Los barcos que traían el resto de la mercancía decembrina se están devolviendo, mientras tanto el país se queda desabastecido y al borde del colapso.