Al estilo de la célebre luz del día temida por los vampiros, el gobierno de Nicolás Maduro le tiene terror a los votos del próximo 8 de diciembre.
Tanto es así que su juego diabólico ha consistido en una estrategia electoral a la inversa orientada a rebanar la votación, a disminuir las cifras de participación electoral del pasado 14 de abril del 2013, porque sabe que la operación de restar le disminuye los votos a los candidatos de las fuerzas democráticas de la oposición, a los postulados por la Mesa de la Unidad Democrática, quienes le están ganando en los grandes y pequeños municipios.
Su estrategia ha sido bajarle el tono a la campaña y distraer al elector con la severa escasez de alimentos, la inseguridad y más recientemente los saqueos estimulados desde las más altas esferas del gobierno para que sencillamente el ciudadano piense que no vale la pena votar porque a éste país ¡se lo llevó el mismísimo diablo!
No obstante, esa estrategia le ha fracasado porque la tendencia general, según las más prestigiosas encuestas, indican que el elector venezolano está decidido a ejercer su derecho político bajo la idea de castigar al gobierno de Nicolás Maduro y sus candidatos impuestos en el marco de una estructura autoritaria característica del actual régimen que cada día es más férrea, semejante a las dictaduras.
La gente quiere votar porque entiende que la salida institucional a la crisis causada por el megadesastre de Maduro y su equipo de gobierno es dejar en total evidencia el más contundente rechazo político que se logra con la sumatoria de los votos a favor de la tendencia de la MUD, con esa mayoría que se aspira obtener el 8-D.
El gobierno de Nicolás Maduro persiste en jugar al desgaste y ahora la táctica cambió hacia la amenaza y la agresión contra indefensos ciudadanos, especialmente los denominados autoconvocados, ejecutada indirectamente mediante la participación de piquetes de agresores afines al oficialismo, todo con el interés de fomentar el caos y el terror que a algunos asusta y los lleva a dudar entre votar o no votar.
Está sumamente claro que la idea final oficialista es cerrarle el juego a los candidatos con gran opción de triunfo, es decir, a los aspirantes democráticos cuyas candidaturas emergieron a partir de primarias y consensos en el seno de la MUD, siglas que encierran un gran espíritu unitario nunca antes visto en la reciente historia de Venezuela, en ésta década y media de turbulencia política.
El propósito del gobierno nacional es fomentar la abstención y tratar de lograr que así como en el país no hay leche, pollo, azúcar, carne, papel sanitario, electricidad, etc. tampoco hallan los votos, a fin de que los niveles de participación se reduzcan a su mínima expresión. Saben que el sector con mayor respaldo nacional es la Mesa de la Unidad Democrática y sus candidatos y tienen miedo de que se haga evidente en los próximos comicios.
Por ello, cada voto que se deje de emitir en las elecciones del 8-D es un voto a favor del gobierno nacional de Nicolás Maduro. Cada persona que se abstenga por cualquier razón, le hará el juego al oficialismo, como reiteradamente ha dicho Henrique Capriles.
El 8-D, aun cuando sea una elección municipal, es una especie de plebiscito y a pesar de que en Venezuela actualmente no hay harina pan, ni repuestos, ni medicinas, votos sí hay y ello lo indicará la masiva participación ciudadana.
@exequiades