El 24 de junio de 1995, un gigante negro vestido con los colores de su país desafió a los dioses maoríes que le desafiaban: el presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, fue ese día el 16º jugador de los Springboks que se proclamó campeón del mundo de rugby frente a los All Blacks.
La aparición pública más recordada y emblemática de ‘Madiba’, fallecido el jueves a los 95 años, será siempre su entrada en el Ellis Park de Johannesburgo, durante la final de la Copa del Mundo de 1995.
En ese momento nació la nación ‘arcoiris’ tras décadas de apartheid, también desde un punto de vista deportivo: y es que el rugby era uno de los símbolos de los blancos en Sudáfrica y de un régimen segregacionista.
En 1995, los Springboks participaron en su primera Copa del Mundo tras volver al concierto internacional luego de más de una década de aislamiento.
Liderados por Jonah Lomu, los neozelandeses eran los grandes favoritos en la final. En semifinales, humillaron a los ingleses 45 a 29 mientras los sudafricanos sufrían para vencer a Francia (19-15).
Mandela, que apoyó al XV sudafricano para superar las divisiones raciales de su país, cambió una vez más el curso de la historia. El presidente, ataviado con la gorra y la casaca verde de los Spingboks, apareció en el campo y estrechó la mano de los jugadores de los dos equipos, en su mayoría blancos, delante de los 62.000 espectadores que llenaban el estadio.
“No sabíamos que iba a ocurrir así. Cuando Nelson Mandela apareció en el campo con la equipación Springbok, el público estalló de júbilo. Es la experiencia más asombrosa que he vivido en un estadio de rugby. Sin duda lanzó a los espectadores y a su equipo hacia la victoria”, confió a la AFP Laurie Mains, entrenador de los All Blacks algunos meses antes de la muerte de Mandela.
Mucho más que un partido de rugby
Jonah Lomu, elegido mejor jugador del torneo, confió su emoción al estrechar la mano del entonces máximo mandatario de Sudáfrica: “Ese día todos se unieron”, en referencia a la comunión racial que hubo en Sudáfrica para aquel partido.
Superiores en teoría, los All Blacks tenían “toda la presión ya que ellos tenían a Nelson Mandela de su lado”, recordó Lomu antes de la Copa del Mundo de 2007, ganada por Sudáfrica frente a Inglaterra.
“Todo el país estaba finalmente unido tras muchos años”, dijo el jugador neozelandés.
Mandela era entonces presidente desde hacía sólo un año. Gran parte de la comunidad blanca le seguía considerando un terrorista a causa de su apoyo a la lucha armada contra el apartheid mientras que, para la comunidad negra, existía un odio incipiente hacia los Sprinboks.
Pero el 24 de junio, su nombre sonó de manera estruendosa en el estadio. “Nelson, Nelson”, podía escucharse en cualquier rincón. Un gesto de paz y de reconciliación, inmortalizado por Clint Eastwood en ‘Invictus’, y representado por Morgan Freeman en el papel de ‘Madiba’.
Para Laurie Mains, “fue mucho más que un partido de rugby. La tensión era increíble. Los All Blacks sentían, de alguna manera, que se enfrentaban contra el mundo entero”.
Y hacía falta que ese equipo de leyenda superara el desafío que se les había puesto delante. Empatados al final del tiempo reglamentario (9-9), Joel Stransky le dio la victoria a Sudáfrica a ocho minutos del pitido final.
Nelson Mandela, radiante, verde de la cabeza a los pies, volvió a pisar la hierba para entregarle el trofeo William Webb Ellis a su capitán, François Pienaar.
Esta derrota supuso el final de la carrera como seleccionador de los All Blacks de Laurie Mains que, no en vano, se enorgullece de haber vivido la historia en primera persona.
“Más allá del rugby, del marcador, me siento profundamente honrado por haber asistido a un acontecimiento tan importante”, aseguró. AFP