Alicia Perdomo se quedó con las ganas de comprar una plancha nueva para estas navidades. Por fin pudo ir ayer a la tienda Imgeve, situada en la céntrica avenida Francisco de Miranda de Chacao, pero no encontró sino un desierto en el inmenso local comercial que en anteriores navidades era un hervidero de gente entre la que había que abrirse paso a empujones.
Alicia es la conserje de un edificio de la caraqueña zona de Chacao y toda su vida ha comprado sus electrodomésticos en la cadena de tiendas Imgeve mediante el sistema del «apartado» por el cual el cliente abona una cantidad mensual por la nevera o la lavadora que ha reservado, y cuando ha pagado el total se la puede llevar a casa.
Esta vez se sorprendió con que no había nada que comprar. La desolación de la tienda la consternó, sumiéndola en tristeza e incertidumbre. Ningún empleados le dio una explicación de lo que estaba pasando. Solo le respondían con un «no hay», «no sé cuándo viene» o «no estoy autorizado para hablar». Alicia no quería hacer cola por una plancha, porque estaba cansada de pasar cada día al menos dos horas para comprar un pollo o harina de maíz o papel higiénico en el supermercado. También le indignaba acudir al mercado negro –y pagar mucho más– para no hacer cola. Total, era una plancha eléctrica lo que iba a comprar, porque la vieja se le había fundido con el apagón de este lunes. Ella no iba a comprar para revender después en el mercado negro, como hacen muchos otros.
Pensaba que las rebajas de hasta un 50% en los precios ordenadas por el presidente, Nicolás Maduro, eran una muy buena medida. Creía que esta era la forma de abaratar unos productos importados cuyos precios se habían disparado en los últimos meses, después de que en febrero el Gobierno decretase una devaluación del 47 % del bolívar y la inflación sobrepasara el 52%.
Al salir de la tienda con su carrito de la compra vacío, un hombre se le acercó en la avenida Francisco de Miranda. Era un encuestador que le preguntó a quién iba a votar el domingo. Alicia lo miró con recelo y le espetó: «Mira, niño, el voto es secreto». Pero «dígame señora, ¿verdad que usted se beneficia con la rebaja de los precios decretada por el presidente Maduro?», insistió el encuestador. Y Alicia le contestó: «No me beneficio porque ahora no consigo la plancha que estoy buscando. Son muy pocos los que han podido comprar, para después revender más caro, ¿dónde está la rebaja?».
Hace tres semanas Maduro declaró la guerra a comerciantes y empresarios, empezando por la cadena de electrodomésticos DAKA. Exhortó a la gente a vaciar la tienda, y la sucursal de la ciudad de Valencia fue saqueada de inmediato.
Redada de comerciantes
Ya no hay colas en las tiendas de electrodomésticos porque los dueños se vieron obligados a vender todo a mitad de precio. Más de cincuenta comerciantes fueron detenidos y juzgados bajo la acusación de especulación y usura. Además, el presidente prohibió a los comercios cerrar por falta de mercancía. «A todo aquel que cierre un establecimiento para sabotear lo haremos trabajar a la fuerza», advirtió.
De ahí que hoy los empleados de Imgeve, JVG y otros almacenes se limiten a cruzarse de brazos frente a las estanterías desiertas. «El que no acate las normas que se atenga a las consecuencias del Estado y de la ley», había amenazado Maduro, quien también había obligado a rebajar los alquileres de los centros comerciales, reguló los precios de los artículos y prohibió cobrar en dólares. Para remate, terminó decretando ayer la inmovilidad laboral por un año.
«El daño ya está hecho. Maduro ha colapsado la economía privada que sostenía al país pese a los disparates de ese pastiche socialista-chavista-comunista-no se sabe qué», afirma la analista Charito Rojas. «El heredero hizo lo que el finado no se atrevió: devaluar en un 47% una moneda que sufre diez años de rígido control cambiario. Como el consumidor no entendía por qué un producto que costaba 400 bolívares pasó a costar 800, el Gobierno le dio la explicación que más le convenía políticamente: que eran los burgueses, apátridas, parásitos, usureros, corruptos, especuladores, que lo estaban robando, pero que allí estaba su Gobierno bolivariano para protegerlo», concluye Rojas.