Qué pueden enseñar, a las presentes y futuras generaciones los gobiernos que se dicen y se ufanan de ser revolucionarios, democráticos, honrados, decentes, respetuosos de los derechos de los demás y cumplidores con sus deberes; si en la práctica no lo son?
Decir que se es algo, sin serlo; además de ser toda una soberana estafa viviente, se es un gran impostor. Lo peor, quienes gobiernan desde esta inautenticidad, crean y fabulan falsas realidades para sostenerse en el poder; pero sin más, van creando su bomba autodestructiva, que pudiera repercutir contra la preservación y la unidad de sus propios países.
Ningún gobierno puede construir bienestar social sobre una fumarola. Nadie puede crear paz negando ni segregando al que piensa distinto. Si quienes gobiernan o buscan gobernar no respetan las leyes, ni los que ganan pueden sustentar su triunfo moralmente ni los que pierden quedan satisfechos, ¿qué podrá surgir de esto?
La cúpula roja se ufana de decir que son democráticos porque hacen elecciones y las ganan. Pero, ¿cómo las ganan?
¿Respetan las normas de juego? ¿Acaso el ventajismo no es una forma de fraude? ¿Será que ser revolucionario es administrar sin responsabilidad, hacer peculado de uso, difamar y tratar de amedrantar al contendor? ¿Será que sustituir a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y a las policías nacionales, estadales y municipales por colectivos y bandas armadas rentadas para intimidar, es una forma civilizada y revolucionaria de hacer política? ¿Es esto revolución? ¿Es esto democracia?
A la cúpula roja, después de 14 años de haber anulado al Poder Moral para oficializar a la corrupción desde sus entrañas, dos meses antes de las elecciones del 8-D, le tocó aparentar que luchaba contra la corrupción y la especulación porque estaban perdiendo las elecciones. Superficialmente, les dio buenos resultados electorales; pero, esta estrategia ¿fue sana y auténtica? ¿Qué mensaje se le está dando a la población con este tipo de artimañas? ¿Acaso la conducta oficial no debería ser más cuidadosa y ética? ¡Cuidado! El pueblo sabe, que la investidura no purga sus propios pecados; pero desde lo más profundo de la población, la ética político-social, resurge.
Víctor Vielma Molina/Educador/[email protected]