El alcohol forma parte de nuestra vida cultural y social y la Navidad, precisamente, es momento de reencuentros y celebraciones. Los expertos aconsejan un consumo moderado que, sobre todo, no merme la capacidad para conducir vehículos y evitar así accidentes, uno de los mayores riesgos de las fiestas.
Pero no solo en la carretera hay peligro con el alcohol, también el organismo está expuesto a las copas de más. La intoxicación etílica, la que provoca un estado de embriaguez, es el síntoma más popular pero también nuestra salud interna se ve alterada, sobre todo si se padece alguna enfermedad crónica.
“La sensibilidad al alcohol depende de factores genéticos, del sexo (la mujer lo metaboliza peor), la edad y la costumbre de beber de cada persona”, indica el doctor Daniel Carnevali, jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Quirón de Madrid.
Una persona acostumbrada a tomar regularmente pequeñas cantidades de alcohol de baja graduación (vino, cerveza…) desarrolla una cierta tolerancia a sus efectos “ya que el organismo aprende a metabolizarlo y no se produce una sensación etílica”, apunta el especialista.
Una copa de vino o una cerveza al día
La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja no superar al día las dos copas de vino o cerveza, en el caso de los hombres, y la mitad en mujeres dentro de lo que se considera un consumo moderado.
Si esa dosis diaria se incrementa durante un periodo concreto, como las fiestas navideñas, puede llegar a hacer daño, en especial cuando se mezclan diferentes tipos de bebidas alcohólicos y abusamos de las de mayor graduación (whisky, ginebra, ron, vodka…)
“Si una persona tiene tendencia a la hipertrigliceridemia (exceso de triglicéridos en sangre) el efecto del alcohol se ve en la análitica del día siguiente, en horas suben los triglicéridos”, explica el doctor Camilo Silva, médico del Servicio de Endocrinología de la Clínica Universidad de Navarra.
Por su parte, el doctor Carnevali explica que las personas con hipertrigliceridemia cuando beben a veces tienen unas subidas muy bruscas, habitualmente sin consecuencias salvo para los que hayan tenido pancreatitis aguda y se precipite un nuevo episodio. “Pero la subida de triglicéridos en relación con la ingesta etílica, añade, suele ser algo transitorio y cuando se deja de beber se controla mucho mejor”.
El exceso puntual del alcohol también puede afectar al estómago provocando gastritis y reflujo gastroesofágico, además de, en casos continuados de consumo, empeorar los valores de ácido úrico, cólicos nefríticos y, junto a una alimentación inadecuada, crisis de gota.
También afecta a nuestro bienestar cuando altera el sueño; “aunque tenga un efecto sedante en una fase inicial no es un sueño de calidad”, dice Camilo Silva.
Si tenemos una enfermedad crónica
Para las personas con enfermedades crónicas metabólicas, tomar alcohol en mayor o menor cuantía en estas fechas navideñas puede descompensar sus patologías: subir o bajar la tensión arterial, provocar un brote de pancreatitis, un problema hepático o un empeoramiento del control de la diabetes, entre otras patologías.
“Son personas enfermas en las que el alcohol está contraindicado o severamente limitado”, señala el doctor Carnevali.
El endocrino Camilo Silva explica respecto a la diabetes que el alcohol afecta a la regulación de la glucosa con un doble efecto: aumenta o baja los niveles de glucemia.
Además, aquellas personas que padezcan “hígado graso”, asociado a la obesidad y la diabetes, si consumen alcohol pueden empeorar su función hepática e incrementar las transaminasas.
Pero también un consumo continuado de alcohol afecta al sobrepeso y la obesidad. Un gramo de etanol supone 7 kilocalorías, por eso siempre es más recomendable desde el punto de vista nutricional beber vino tinto (una copa son 65 calorías) o cerveza (90 calorías), que aportan nutrientes antioxidandes, mejor que bebidas de alta graduación (un whisky suma 200 calorías) que además de hacernos ganar peso son altamente oxidantes.
Recomendaciones para beber sin riesgo
– Beber con moderación y alternar con bebidas no alcohólicas.
-Mejor consumir bebidas de baja graduación, como el vino o la cerveza.
– No mezclar distintas bebidas alcohólicas.
– Evitar beber alcohol con el estómago vacío. Por eso es mejor tomarlo durante las comidas.
– El alcohol con burbujas, como el cava o vinos espumosos, se absorbe mejor por su componente carbónico.
En caso de intoxicación etílica aguda recurrir a los servicios sanitarios. EFE