En septiembre de este año, China se convirtió en el primer importador de petróleo del mundo, superando por primera vez a Estados Unidos. En este sentido, Washington y Pekín llevan direcciones contrarias: mientras que el primero ha conseguido reducir en gran medida su dependencia energética (sobre todo gracias a la revolución del gas de esquisto -shale gas-) el segundo no deja de ampliar sus compras en el extranjero.
Además de su consumo creciente (que responde básicamente al desarrollo económico) China tiene otro problema: la eficiencia energética. El país asiático necesita muchos más recursos para generar la misma cantidad de riqueza. Según una información publicada en el Southern Weekly (Nanfang Zhoumo), uno de los semanales más prestigiosos de China, la eficiencia energética del país se encuentra en el 33%, lo que la situaría en el mismo nivel que tenían los países desarrollados hace 20 años.
El dibujante Cao Yi (??) lo resumía en una imagen en el Southern Weekly:
Vía Zai China