Sobre la nota publicada ayer en este blog se nos hizo fundamentalmente una observación: es posible que sí influya el discurso en el chavismo para mantenerse ahí pegado con una opción tan ruinosa y retrógrada, pero que lo principal es la regaladera del gobierno desde tiempos del finado. En resumen, no hay chavismo sin billuyo. No hay revolución sin la plata fácil. Y, viéndolo bien, esta visión también es muy válida. Se puede compartir sin mayores problemas. Pero una cosa nos lleva a la otra.
Es decir, allá arriba, en términos de intelectualizar las cosas, el chavismo ha logrado convertir a Venezuela en un país comunista de a perinola, adorador de Fidel Castro, enamorado de los principios supremos del Che Guevara y Carlitos Marx. Comunas y guaridas militares todas dedicadas al profundo estudio del comunismo y sus virtudes para alcanzar el bien común y el bienestar general. Especialmente los viernes en la noche, todo el sábado y todo el domingo. Las reuniones de debate político comienzan en los llamados CLS, Centros Licoreros Socialistas, ubicados prácticamente en todas las esquinas de Caracas y de fácil acceso en todas las poblaciones del país. Allí se habla de ideología, teología, guerras, batallas, combates, lucha de clases, explotación del hombre por el hombre. Es realmente inspirador ver a la gente sentada en las aceras de ciudades y barrios, con la botellita en la mano o un vaso plástico gigante, concentrados en dilucidar las razones por las que finalmente el comunismo podrá imponerse al capitalismo y en qué momento esta población conciente de su valor histórico y de su participación en el proceso y en las revoluciones salvadoras del planeta dinamitará el último billete de dólar que quede sobre la tierra.
Sorprendente. Ni los soviéticos pudieron avanzar tanto. Y los chinos menos. El gobierno proyecta que todo el país sea una comuna para el 2019. Es modesto. Ya tiene mucho de comuna. La gente hace colas para comprar comida, está organizada por teléfono y mensajería para saber dónde y qué comprar. Eso es comuna en el más estricto sentido. Comouna… pila de bobos bajo el sol, pero así se hace una revolución en serio, sin mamadera de gallo. Como la cubana. Da gusto como los socialistas hacen sus filas de manera muy ordenada y civilmente para dejar constancia del compromiso con el proceso los domingos en la mañana en una especie de secta extremista que llaman 5y6, donde militan los más duros del pensamiento de izquierda venezolano. Ahí está la gente que, luego de treinta años haciendo la misma cola todos los domingos, está perfectamente entrenada para iniciar el ataque final contra el imperio a pie desde Caracas, pasando por Centroamérica y México para lanzar el abordaje territorial por Texas o Arizona. Esa es la gente.
Y ni se diga de las reuniones nocturnas en locales donde se discute a media luz sobre Socialismo del Siglo XXI mientras se baila regeton, bachata o salsa cabilla. Ningún país ha podido hacer eso. O se baila o se habla de socialismo. Aquí, en Venezuela, está la excepción. Por eso es posible ver a comunistas en Mercedes Benz o Audi, a socialistas viviendo en el Country Club. A militares comunistas (fin de mundo) con caballos de paso y todo en Florida. La locura. Es la prueba de que en Venezuela está el socialismo blindado. Donde el padre del Socialismo del Siglo XXI, fallecido prematuramente, deja a una familia heredera lista para no trabajar más nunca, como ocurre desde hace años. Donde los banqueros son comunistas y comparten los fines últimos del proceso. Donde el comunismo que avanza de la manera más original se sustenta con los dólares que le paga el imperio por el petróleo revolucionario, el cual usa para mover su economía y seguir fortaleciendo al capitalismo que el socialismo de Chávez quiere eliminar.
Como se dice por ahí ¡la locura!
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Publicado originalmente en el diario El Universal (Caracas)