El Papa Francisco con su acostumbrada humildad, nos llama a la reflexión. Es un clamor crítico contra la indiferencia y la pasividad. El Papa ha dicho: “No tengamos miedo de que nuestro corazón se conmueva. Lo necesitamos”. Mil virtudes condensadas en una simple oración, que va más allá de lo espiritual. Quiere tocar la consciencia de todas las actitudes mezquinas sobre la tierra…
Chomsky también mete el dedo en la herida. En el caso venezolano se pregunta cómo la oposición representada en Capriles y la MUD, puede contrarrestar el reparto misionero sembrado por el eje Castro-Chávez. ¿Acaso pareciéndose a ellos? ¿Ofreciendo una “versión mejorada” de las misiones? Para el pensador de inclinación pobrecitista, que reconoce las bondades del mercado como generador de prosperidad, pero también alerta de sus demonios ocultos -por lo que el Estado debe cumplir un rol nivelador y proveedor de democracia-, los venezolanos no hemos salido del chavismo porque nos falta profundizar el trabajo político… No hemos descifrado por qué después de la llegada de un Estado-gobierno militarista, supresor de libertades, una porción importante del pueblo le sigue encendiendo velas de forma feligrés. Por qué habida cuenta de 200.000 muertes violentas en tres lustros, la mayor parte de esa población afectada (los más pobres), aun con escasez, inflación y cubanización descarada, sigue deseando vestir de oliva y de rojo. Y la respuesta, es decir, la alternativa, no puede ser hablar como Chávez, vestir como Chávez, utilizar el petróleo como Chávez, y en fin, pretender mandar como Chávez. El Papa ha dicho “no tengamos miedo a que nuestro corazón se conmueva”. Y aquí confluyen las ideas. La alternancia de poder en Venezuela depende de un cambio profundo y radical en lo moral, conductual y habitual de los ciudadanos que quieren un cambio para el país. Necesitamos deponer egoísmos, pero también actitudes trepadoras y parasitarias.
No necesitamos una versión “mejorada” de nada, ni nadie. Necesitamos comprender cómo construir nuestra propia causa y agregarnos pro positivamente a quien mejor la represente. Ello involucra trabajar en redes comunitarias, sentarse en mesas de trabajo y organizar a la gente. Protestar digna e inteligentemente. Conmoverse del prójimo, no sólo votando, sino colaborando con el que menos tiene y ha tenido (material y afectivamente), conversando con ellos, dándoles los buenos días o brindándoles un café… El castrochavismo cabalga sobre el odio represado de un pueblo cansado de desprecio y acomodos elitescos. Derrotar esos reflujos históricos pasa por conmovernos, compadecernos y perdonarnos más. La confianza y autoestima grupal no se recuperan subastando las masas -demostrando quién da más- sino enseñando a cada quien lo que puede hacer por si mismo y no por o para el Estado-gobierno. Porque el Estado, el derecho y la democracia funcionarán, cuando reconozca lo que soy capaz de lograr por mi propio esfuerzo. No por una misión. Ese día me habré conmovido. Ese día habré perdido el miedo…
Reflexionemos. ¡Lo necesitaremos en el 2014…! ¡Feliz año!
@ovierablanco