Los venezolanos iniciamos el año recibiendo la primera bofetada en la cara cortesía del PSUV y su fracción parlamentaria, y es que con la mayor desfachatez han reelecto la directiva en pleno de la Asamblea Nacional encabezada por el diputado, teniente, capitán o vaya usted a saber qué cosa, Diosdado Cabello. El 2013 fue el año donde desde la directiva se inició una persecución feroz contra diputados de la MUD, donde se compraron voluntades para lograr el diputado 99, donde se atacaron a golpes cobardes a diputados de la oposición; en fin, fue la AN el principal bochinche institucional del país.
El país reclama diálogo y entendimiento, el Gobierno por una cara muestra intenciones de entrar en esa dinámica de entendimiento, pero por otro lado ejecuta acciones como la de la AN que dan un mensaje claro a quienes hacemos vida en la alternativa democrática, y ese mensaje no es otro que el de la confrontación. Estoy convencido que el Gobierno no quiere paz en Venezuela, por el contrario, creo que su estrategia es más eficiente en un país lleno de incertidumbre y confrontación y es por eso que constantemente la impulsa con sus acciones.
La institucionalidad en el país ha vivido el mismo proceso que vive la AN, un deterioro progresivo y una pérdida de la ética y la moral de quienes la dirigen y hacen mayoría en ella; desde ya tenemos que prepararnos para sustituir y lograr la mayoría dentro de ella con el fin de rescatar la majestad y la dignidad de esa instancia tan trascendental para la vida del país, no puede la AN seguir siendo un concurso de jalamecates revolucionarios, o peor aún, un cuartel manejado por un hombre con altísimas aspiraciones de obtener el poder a través del atropello y el insulto.